miércoles, 30 de mayo de 2007

Amistad a lo largo


Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
Mirad: somos nosotros.

Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban las noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.

Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-esas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo todos trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos a los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que no sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.

Ay el tiempo! Ya todo se comprende.

Jaime Gil de Biedma.

(La imagen es de su agenda)

Un niño equivocado

Yo fui un niño equivocado. Un niño demasiado patoso para ser niño, demasiado asustado como para trepar a los árboles y demasiado agudo como para no darme cuenta del sufrimiento ajeno. Y adopté ciertas posturas de hombre porque no sabía lo que era, pero sí que no quería ser mujer, que no quería ser como las demás niñas (porque lloraban, porque jugaba a los indios y vaqueros y a los piratas, porque leía cómics de superhéroes, porque leía) a pesar de que tuviera una cocinita y dos Barbies y siempre me tocara el papel de guerrera en las historias. Fui un niño equivocado pero luego, cuando crecí, me di cuenta de que también he sido -y soy- una mujer equivocada. Una mujer que no sabe usar lo que todo el mundo llama "armas femeninas"; una sacrílega que no cree en el poder de los escotes ni en los brochazos de maquillaje y a la que todos los hombres hablan como si fuera un hombre más (conquistas varias, polvos de una noche, tácticas de acoso y derribo). Las mujeres han de ser femeninas, dicen: y yo ni siquiera sé qué es eso. Al final, en esto, como en tantas otras cosas, como en casi todo lo demás, ando a caballo entre dos mundos distintos.

Después de todo

Después de todo aún queda espacio
para repensar la vida y convertirla
en un ámbito mucho más silencioso,
al amparo de los inhóspitos desbarajustes
y las inevitables adversidades.
Porque el secreto es que no hay secreto
y que los ritmos y las pausas son la cara
quizá oculta del tiempo no vivido
mientras hacíamos proyectos y nos jugábamos
el pasado y el futuro en inefables
minucias con ademán circunspecto.
Y ahora, ¿qué nos queda además del recelo
y las carencias? ¿Qué compartiremos
con la gente que amamos y nos ama?
¿La oscura complacencia de los secretos
o la riqueza absurda del misterio?
Nada de eso y todo ello, porque el sutil
espejo discreto que nos enciende la mirada
es la nada que siempre descubrimos
sin querer, tercos y audaces,
después de todo, después de cada cosa.


Miquel Martí i Pol

Meme literario III

Me ha hecho gracia esto del meme literario, aunque no le veo mucho sentido a copiar las cinco primeras frases del segundo párrafo de la página 139 -quizá el sentido radica en lo arbitrario-. Yo preguntaría otras cosas: los mejores comienzos; el poema que más daño hizo; vuestros personajes favoritos o la frase que más os impactó. O, ya puestos, algo más personal -por aquello de las bragas colgando y porque son las únicas respuestas que me interesan-. Nada original, ya veis, pero nunca he pensado que un juego tuviera que ser original.

Los mejores comienzos.- Los míos son muy típicos, quizá sean los dos en los que todo el mundo piensa cuando se le pregunta esto, pero qué se le va a hacer, son brutales:

"Llamadme Ismael", Moby Dick, Herman Melville.

"Nació con el don de la risa y la certeza de que el mundo estaba loco", Scaramouche, Rafael Sabatini.

Y otro más: un padre y una hija, en una barca, de noche, rescatando cadáveres del río para quedarse con su dinero: Nuestro común amigo, Charles Dickens.

El poema que más daño hizo.- Y sigue haciendo: El futuro, de Julio Cortázar. Se puede ver aquí

Personaje favorito.- Meriadoc Brandigamo, de El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien; Aslan, de Las Crónicas de Narnia, de C.S.Lewis; Grimya, de la serie Índigo, de Louise Cooper; Edmundo Dantés, de El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas; Athos, de Los Tres Mosqueteros, de Alejandro Dumas; Akela y Bagheera, de El Libro de la Selva, de Rudyard Kipling; Atreyu, de La Historia Interminable, de Michael Ende (sí, sí: van dos lobos, una pantera, un león, un hobbit y un hombre verde. Sí: tengo treinta años, ¿qué pasa?) y Sidney Carton, de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.


Y se lo paso a Palmiralis, que me lo pidió...

Torpe

En mi corazón ardes
como la llama de infinitas velas.
Pero al quererme calentar las manos,
caigo, apago la luz;
y me tropiezo
contra las mesas y las sillas.

Amy Lowell. Traducción de Juan Ramón Jiménez.

Comprar un billete...




...ir a un hotel, no salir de las cuatro esquinas de una cama, comenzar a ser agua muchas veces, descubrir el cuerpo, arañar las horas, hablar, hablar, hablar. Perder la memoria. Ser piel. Despedirte rápido y para siempre. Volver a la estación, caminar lento, sentir el dolor punzante de los músculos. Refugiar un adiós en la risa. En la risa, los abrazos, los besos en la boca... y en la mejor palabra que se puede decir, que se puede escuchar.
Cuéntame. Cuéntame ahora mismo.
Y desnudarte de nuevo, mil veces.



Después del baño. Desnudo secándose el costado. Degas.

Sólo hay una

Hay mil frases que irritan, que hastían, que duelen... Qué bien te conservas, has engordado, te quiero como amigo (y sus mil variantes), te veo más viejo; no tienes novio, cuándo os casáis, y a qué vais a esperar para el niño; se te va a pasar el arroz...
Pero sólo hay una que me asusta y me paraliza.
Recomiéndame un libro.

martes, 29 de mayo de 2007

Lealtad. O fe.


-A ver si hacéis la carta ya.
Desde hacía años, sólo me regalaba libros de Antonio Gala, que escribe muy bien y del que me encantan sus artículos, pero bastante menos sus novelas. Así que puse, bien grande: NADA de Antonio Gala. Y, debajo, algunos autores más: Elias Canetti, Hanna Arendt, Alejandra Pizarnik.
El día de Reyes, después de abrir los regalos, me mira muy serio, cae en la cuenta, comienza a ponerse colorado (señal de que se está cabreando). Y me pregunta:
-¿De quién es Nada?
-¿Qué?
-Que de quién es Nada, que quién escribió Nada...
-Carmen Laforet, ¿por?
-¿Y tú por qué me dices que es de Antonio Gala?
-Yo no te he podido decir jamás que Nada lo haya escrito Antonio Gala.
-¿Cómo que no? ¡Me lo pusiste en la lista! ¡Nada de Antonio Gala!
-Coño, papá... ¡Que no me compraras nada de Antonio Gala!- le miro: "Dios", pienso:- ¿Tú no habrás ido por ahí...?
-Pues claro, he dado vueltas por todo Badajoz buscando Nada, de Antonio Gala... Y así me decían: "Pero, ¿está usted seguro?"-se ríe-. Y yo: "Sí: me lo ha dicho mi hija, y mi hija entiende mucho de literatura y, si dice que Nada es de Antonio Gala, Nada es de Antonio Gala".
Le agradezco la fe.

Voces

La voz de David:
La niña de la Alameda

Nuestras cobardías (los látigos)

La voz de Josemari:
Una historia en la ciudad

lunes, 28 de mayo de 2007

Nada que decir

A veces la poesia se queda a medio camino
se niega a desplegarse y coagular
se manosean las mismas palabras
gastadas, ajenas, impotentes
un collage de hojas amarillas
un repetirse a si mismo hasta la náusea
un no decir por miedo
a decir demasiado
y que eso duela hasta lo insoportable
a sentir las verdades hasta la empuñadura
y ni siquiera poder rozar esas verdades
no poder respirarlas
a quemarse los labios
a desgarrarse la garganta
a lacerarse los ojos
y quedarse sin piel y sin carne viva
petrificado
a no ser
y resbalarse en brazos de la muerte
que complete la tarea
y proporcione el alivio final
aboliendo esa esperanza
esa llamita vacilante
fuego fatuo
centella
puerta incandescente
del infierno tan temido
y entonces recurrimos a todas las trampas
para postergar la vida
hasta que la muerte
sin importar la espera
el paréntesis gris y vergonzante
nos acoja en su tibio regazo

No sé su nombre real. En DXC le decimos, se dice a sí mismo, Tragamuvis.

.


domingo, 27 de mayo de 2007

El ciego de la plaza

Hace frío y olor a yerbabuena.

La gente apenas para ya en la plaza para escuchar los cuentos del ciego que, entre temblores, busca bajo las galerías un abrigo.

La tabla laminada, que antaño era acosada por los ojos de los niños, ahora permanece tranquila, sumida en su niebla, quizá inventando nuevos cuentos.

El agua de la fuente está congelada, incluso detuvo su caída en ese borde quebrado, formando una lágrima de cristal.

Un ruido bajo las galerías.

El ciego intenta hacerse un ovillo para evitar la pérdida de calor y esconde su barba desarraigada bajo el cuello, como si fuera una bufanda, tal vez.

Calienta sus manos, oscuras y callosas con el vaho (siempre me ha parecido humo), que escapa de su pecho.
Me recuerda por un momento a mi abuelo.
De alguna forma, todos los viejos me recuerdan a mi abuelo.

Me veo en el salón de su casa, sentado en el suelo muy cerca de la chimenea ("échate atrás, que te vas a quemar") y el aroma del tabaco de pipa y la copa de vino sostenida por uno de los brazos del sillón, donde tras mirarnos a todos sus nietos, comenzaba a hablar.
Yo me daba la vuelta, con la cara enrojecida por el calor y miraba su rostro sonriente (enrojecido por el vino), y me disponía a devorar ávidamente ese cuento que estaba por comenzar.

Un ruido.
El ciego levanta su cabeza, estira el cuello como si fuera un perro de presa.
Sale de su refugio y se encamina hacia su tablón.
Veo las golondrinas piando donde hubiera haber crios.
Quizá el anciano también se esté quedando sordo y no distinga el silbido de los pájaros de las risas de los niños.
Deja su escudilla en el suelo, sin ninguna moneda y comienza a resonar su voz profunda, perfectamente modulada, hipnótica a los oídos.
(El Cid hace jurar a su rey).
Incluso los pájaros se callan y miran con curiosidad a ese hombre harapiento que gesticula tan rápido, que a veces brama y otras susurra.
Pero al segundo golpe del bastón, apuntando con total precisión sobre uno de los dibujos, los pájaros escapan, temerosos de que el tercer golpe se dirija contra ellos.
(El Cid parte al destierro)
Ciego y sordo, ni siquiera sabe que ni los animales le atienden.

Vuelvo a mi cabaña de campo, la voz de mi abuelo, (los moros abren un cofre y descubren que tan sólo hay piedras), el olor a pan tostado, Chico tendido sobre la alfombra, con sus grandes orejas, lamiéndole la mano.

(No son gigantes, señor, sino molinos de viento.)
¿Gigantes?, ¿cuánto tiempo he perdido sumido en mis pensamientos?
El ciego permanece solo, en medio de la plaza, en medio de la niebla.
(El Quijote derrota al caballero de Los Espejos).
En mis recuerdos, otro caballero rescata a la princesa Rapunzel, trepando por su larga melena dorada.
En la plaza, Sancho mira abatido la derrota de su señor a manos del caballero de La Blanca Luna.

El ciego tiembla, tiembla demasiado, comienzo a preocuparme y me dirijo hacia donde se encuentra.
A mi abuelo le tiembla la voz, y entre tosidos construye en nuestras mentes una casa de chocolate y caramelo.
Se desploma en medio de la plaza, corro a ayudarle, intento tomarle el pulso, pero tiene demasiada ropa sucia y desgarrada, aflojo sus botones, un olor acre asciende de su cuerpo, toco el cuello del ciego (su barba es cálida), está muerto.

Vuelvo a mi cabaña, acabo de despertarme y me dirijo al salón, a saludar a mi abuelo (él se levanta pronto), una tía llora en la puerta, ("no dejéis que entren los niños")
(Don Quijote muere en su cama)

Los cuentos también se mueren, han quedado esclavizados en paredes de papel, ya no vuelan con la voz de mi abuelo, con la voz de los ciegos, ahora los niños se asustan de esa cárcel encerrada entre dos gruesas pastas.
Y lloro mientras sujeto el cuerpo del ciego, de la forma en que me impidieron llorarle a mi abuelo. Y le imploro que siga narrando esas historias a los niños...
E insisto en que no pronuncie la palabra...
FIN

(Siempre se me anuda la garganta cuando leo este cuento. Quizá porque lo escribió mi hermano. Quizá porque habla de mi abuelo).

Color de cera

Tus huesos abrazan la piel
que tiene el color de la cera,
y se pierde y se pierde el aliento,
y te entierra, te entierra la arena.

Se hunden los pechos henchidos,
las lágrimas parece que pesan,
sobre un lecho de blancas flores
se marchita, marchita la arena.

Un nieto, de los veintiuno,
que dijo querer ser poeta,
no encuentra palabras sentidas
que escarben, que escarben la arena.

El marido por quien deshojaste
aquellas ciegas horas muertas,
dejó su perfume en el nicho
que llenan, que llenan de tierra.

(Siempre se me anuda la garganta cuando leo este poema. Quizá porque lo escribió mi hermano. Quizá porque lo compuso en el entierro de mi abuela).

Apuntes en el margen de un guión

Le enseñé a casi susurrar en la última frase... Hace años que no le oigo recitarlo. El viernes estuve en una lectura de poemas. Me sorprendió que sólo hubiera un lector... y que el lector no fuera él.


Apuntes en el margen de un guión (Raymond Chandler escribe The Blue Dahlia para la Paramount en 1945)

La vida importa,
aunque el camino recto
acabe siempre en callejones sin salida.
Importa contar historias,
hacer equilibrios sobre la cuerda,
disipar el miedo.
La vida importa,
aunque encontremos oasis
tan sólo de agua salada,
aunque la música que suene
sea tan sólo un baile de burdel.
Importa mantener en pie nuestra palabra,
aunque se tambalee por calles
de automóviles oscuros,
aunque la hayamos vendido alguna vez,
seguramente por amor,
aunque quién sabe.
La vida importa,
la que hacemos nuestra
con un amor acompañándonos
a cuya muerte no sobreviviremos.
Aunque el odio camine con zancos
por encima de las cosas,
aunque el amigo de todos
sea un vendedor de cuchillos,
aunque tan sólo crean a los mismos
que intentan dejarnos ciegos,
la vida importa.
Importa su brillo superviviente,
su tozudez de alcohólico irredento.
Aunque el horror no lo disipe el humo,
ni el bourbon caro,
ni los ojos entreabiertos de la bruma.
Aunque no haya nada que decir,
la vida importa.
Aunque sepas que al final
todos los hombres mueren derrotados.
David Eloy Rodríguez

viernes, 25 de mayo de 2007

La sobria ebriedad

Cuando era pequeña, en el tiempo que mi madre compraba, yo me leía un libro -Enid Blyton la mayoría de las veces: a esa mujer habría que ponerle una calle en cada ciudad-. Ahora ya no lo hago, porque el 99 por ciento de los títulos que veo en los grandes almacenes no me interesa lo más mínimo y porque la que compra soy yo y voy con el tiempo justo. Pero hoy he cogido uno de entrevistas de Jesús Quintero, que caerá el viernes porque Mª Ángeles y Vicente lo tienen en el escaparate, y me he detenido en la de Antonio Escohotado. No la he leído entera -postergación del placer manda: Huici fue el primero que me dijo que era un síntoma de madurez y desde entonces creo que es el único que tengo-, pero me ha llamado la atención la defensa que hace de la sobria ebriedad. A Escohotado se le conoce sobre todo por sus libros sobre drogas, que algún día me compraré a ver si son más accesibles que ese "Caos y orden" que tengo cogiendo polvo desde hace ocho años en mi habitación, porque lo abrí, leí el primer capítulo, no me enteré de nada y lo abandoné para un mejor momento que aún no ha llegado. Los medios de comunicación (la tele, más bien) le llaman sobre todo para hablar de ese tema, o únicamente para hablar de ese tema, generalmente en mesas redondas en las que todo el mundo vocifera y él tiene que callarse porque jamás interrumpe a nadie cuando habla. Quitarle la palabra a alguien es el ejercicio de violencia más común que todos cometemos y uno de los más graves, aunque no vayamos quemando autobuses ni materialicemos las ganas de matar a alguien que nos asaltan dos veces al mes o al día. Hace mucho que no lo veo en uno de esos programas que él llama "manipulados" y con razón: los productores, los editores, o quienes quiera que sean quienes eligen a los contertulios, deberían saber que no se pueden mezclar churras con merinas, pero en este país de mediocres acomplejados la opinión de cualquier mindundi sin oficio, beneficio, inteligencia ni cultura vale más que la de Kierkegaard. A mí me hubiera gustado oírle hablar antes de Aristóteles que de la heroína (quizá porque, después de cuatro años con toxicómanos, mi opinión sobre cualquier droga la tengo más que clara), pero Quintero también le preguntaba sobre eso, a raíz de un incidente que tuvo en Argentina por el que lo acusaron de apología del consumo de estupefacientes y lo pusieron en busca y captura. Es un tipo interesante, Escohotado, con una de las voces más bellas del mundo -Calamaro contó con él para una canción-. Y lo de la sobria ebriedad es una definición bastante clara de lo que considero como disfrute. No tengo el libro a mano, pero decía algo así como que la sobriedad permanente es dolor. Hace mucho que no me tomo una copa con alguien, pero siempre me he emborrachado sobriamente -y voy a hablar de drogas legales, que a estas alturas ya no sé quién lee esto-. Siempre he controlado todos y cada uno de mis actos y lo que más me desinhibe en el mundo, además de una cama en la compañía adecuada (bueno, nunca he tenido compañías inadecuadas en una cama), es un baile con Pupe, ya lo dije. Pero sí hablo más, o hablo mejor, o no importa quién escuche, o no importa la nueva imagen que se forje de mí quien está enfrente. Eso sí me lo da una copa de vino, además del brillo mareoso en los ojos, y esa sensación -aquí estoy yo, entera, cuarto oscuro al frente- sí que me gusta. Suntzu lo llamaría "bragas colgando". No deja de ser un buen símil.

jueves, 24 de mayo de 2007

Internet I: Debate

Comencé a usarlo en la Facultad, hace más de diez años, cuando todo el mundo se maravillaba de los prodigios del invento y casi no se oían voces hablando de regulación y de control. Después perdió el asombro de los primeros días, todos esos textos interesantes a sólo un clic y luego comencé, como hacemos siempre, a reducir el círculo. He conocido a mucha gente: algunos fugaces, porque el medio se presta a fogonazos intensos de tres días y otros que permanecen seis años después, aunque nunca nos hayamos visto las caras y y jamás vayamos a vérnoslas. Me adentré en el mundo de los foros, pasé años en uno en el que todos los participantes eran hombres y me sacaban una década y hubo pérdidas y encuentros. A la mujer que más admiro, una rubia guapísima que me regala libros cada vez que me ve -Mújica Láinez, Marco Aurelio, Tanizaki, Amos Oz, Sor Juana Inés de la Cruz-, la conocí hace más de un lustro en un chat hablando de Pessoa y el miedo a las relaciones. Cuatro meses después nos cogíamos nuestra primera borrachera de palabras en la plaza de Chueca. De otro tengo tres cuadros en mi casa, me lleva 38 años y es una de las mentes más lúcidas que me he encontrado jamás, hasta el punto de que, en todos los momentos en que ha ocurrido algo medianamente grave en el mundo, no siento que tengo todos los datos hasta que no hablo con él una hora y media. Nos encontramos debatiendo, tuvimos nuestros menos y nuestros más y me dibujó, antes de verme, con una paloma libre en un ojo y un yin y un yang en la pupila izquierda. Vive en Barcelona y espero no tardar cinco años en volver.

Internet II: DXC






Después han llegado más. Llegó CKDexterHaven, cercano, clarividente, amable en todos los sentidos de la palabra, al que le regalé un texto sobre el vicio de escribir -y le regalo textos a muy poca gente, aunque no lo parezca-. Llegó FLaC con su apertura íntima; llegó Doodle, que también se da sin reservas aunque le cueste hablar. Y el asombroso Vertigo, que vértigo da de lo que sabe y de cómo escribe. Y elPadrino, que me abroncó por no avisarle (y me abroncó con razón) cuando fui a Barcelona: la próxima vez te reservo una tarde/noche... Llegaron karma7 (te quiero, no hace falta decir más) y David_Holm, al que le dije un día al principio que me gustaba mucho y me sigue gustando mucho. Y Jorgito24, que debió de ser músico en otra época, porque me habla de mil grupos importantísimos que desconozco... O SUBLIMOTRUST, que el otro día me sorprendió dejando un mensaje en el que dice que envidia a FLaC y CKDexterHaven por conocerme. La gente que puebla DXC es mucha y muy válida y cada uno desarrolla sus filias y sus fobias, pero hay dos personas que me atrajeron desde el primer día: Tuppence -la sabia, paciente, contundente, estimulante y divertida Tuppence- y otra que no me perdonaría que la señalara, estimulante, pero al que busqué y que me buscó. Y nadie podrá decirme jamás, sin que yo esté en desacuerdo, que esta gente que teclea, que debate, que comparte su trabajo, que se enzarza en discusiones interminables sobre fútbol, baloncesto, Shyamalan o Murnau, no es tan real en mi vida, no me influye tanto, no me hace crecer tanto, como cualquiera de las personas con las que podría tomar un café a diario.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Internet III: Los blogs

Después llegó el mundo de los blogs, este invento extraño en el que cada uno escribe lo que le apetece y que, en un principio, a mí sólo me servía para que Sonia me espiara cuando no vivíamos cerca. De él echo de menos la clase de debate que puede haber en un foro, pero el formato tampoco se presta. Hace poco me sorprendió un mensaje (lectora hace tiempo, aunque nunca he escrito, que por supuesto es de Badajoz y por supuesto estudió en el Moñino, quizá en mi época) y me encontré pensando en la cantidad de gente anónima que puede leer lo que tú escribes con más o menos lucidez o con más o menos acierto, y que sigue entrando sólo porque un día le gustó lo que vio. A mí me ha pasado con algunos blogs, que me he leído despacio de principio a fin exactamente por lo mismo: porque llegué y me llamaron la atención la manera de contar, la creatividad, las ideas. La cantidad de gente a la que yo publicaría en papel -que siempre fue más cómodo que un ordenador- con el mismo formato que ellos eligieron: fotografías incluidas, un texto para cada jornada. Navego por ellos, me doy un paseo un par de veces diarias (algunos los visito más); me asombro, admiro la capacidad de algunos de excitarme, de hacerme reír o de conseguir que me quede con una frase para rumiarla despacito, que es la única manera de rumiar que existe. Son el pan nuestro de cada día y, además, me devolvieron a alguien a quien no veo desde mi etapa sevillana y con quien tengo pendiente (supongo) un café largo. De los blogs me asombra no sólo eso, sino también constatar la cantidad de gente interesante que hay por ahí y a la que no tendré el gusto de conocer jamás. Y, sobre todo, la cara de frustración que me adivino cuando veo el mismo texto durante tres días, y el único pensamiento, el mismo pensamiento, siempre: actualiza, coño. Actualiza.

martes, 22 de mayo de 2007

Meme literario II

El segundo párrafo de la página 139 de Barnaby Rudge sólo tiene una frase. Cojonuda. Finaliza "respondió Haredale". Yo no soy Haredale, pero hago lo mismo:

"Yo no bebo más que con mis amigos".

Charles Dickens. Barnaby Rudge.

No tengo tres amigos bloggeros a quienes pasárselo, así que, teniendo en cuenta que a Arwen se lo pasó Suntzu, yo se lo paso a Palmiralis, por si puede hacerme caso un año de estos... Y, por iniciativa propia, se lo paso a Doodle... y he pensado que también se lo voy a pasar a FLaC y a David_Holm.

lunes, 21 de mayo de 2007

¿?

Podría ser oscura, pero ya no me apetece. Prefiero la ingenuidad, la inocencia y la palabra. Aprendí a vencer el miedo yendo hacia adelante, sin pensar. Con la misma confianza, con la misma incosciencia, con que me subía al coche de Ángel, que había aprendido a conducir en un día y que no tenía carnet, para bajar a Aguadú por una carretera llena de curvas cerradas por la que sólo él se atrevía a ir de noche. El miedo permanece, pero no se nota. Los demás no lo notan. Al final, disfrutas. Te acercas, hablas, descubres, atacas. Siempre me ha resultado incomprensible la manera en que se tejen las relaciones: los pequeños trozos que vamos mostrando de nosotros, los que nos muestran, los nuevos datos que se van uniendo para conformar la imagen. lo que se intuye, la tranquilidad de encontrarte unos ojos conocidos, un cuerpo, unos brazos. Qué hace que alguien te guste en el primer momento y, sobre todo, por qué resorte hay personas con las que resulta tan fácil. Cómo surge, qué lo hace estallar. He intentado analizarlo muchas veces: la primera conversación, las primeras dos horas que pasas en un messenger y que luego se transforman en charlas diarias, la primera confidencia. Nunca he sabido qué nos impulsa a darnos, porque la comodidad no me lo explica. No me explica del todo -y quizá ninguna teoría lo haga- qué hace desaparecer el miedo.

Meme literario

Esto consiste en: abrir un libro (que tengas a mano) por la página 139 y del segundo párrafo escoger las cinco primeras oraciones para publicarlas en tu blog y luego proponer lo mismo a otros tres internautas.

Yo ya lo conocía, pero no me lo habían pasado nunca: de hecho, sólo me han pasado uno, para que me definiera con algunas canciones (y elegí a Javier Ruibal, Sabina, Calamaro y Tracy Chapman, aunque podrían haber sido tantos otros...). Ahora lo hago por encargo de Suntzu, y me gusta pagar las deudas -cualquier cosa que me ordene ella será un pago por el reencuentro, que me hace feliz-.

Ayer acabé (por fin) El Corazón Helado, de Almudena Grandes (por cierto, el segundo de sus libros en el que no habla de mí: el primero es Te llamaré Viernes y es un auténtico coñazo). Ahora estoy leyendo poemas... Que no tienen ni segundo párrafo, ni página 139. Esta noche, o mañana, pretendo comenzar Barnaby Rudge (de Dickens, Charles: alguien me dijo una vez que era una mierda de escritor. Desde entonces me planteo que no tengo gusto ninguno porque me enamoré de Sidney Carton como una loca cuando leí Historia de dos ciudades y hay una escena de Grandes Esperanzas que me pone los pelos de punta y el comienzo de Nuestro Común Amigo me parece espectacular. Nena, tú eres profesora de Literatura: sácame de mi error)...

Resumiendo, que Arwen nos copie algún párrafo de sus leyes... Mientras tanto, una imagen que he encontrado en una página que se llama Victorian Web.


Cuando lo haga, se lo paso a tres más (pero es que sois tres los lectores asiduos de este blog y a ti no te lo puedo pasar ya... ¿Qué hago?)

domingo, 20 de mayo de 2007

Óyeme con los ojos, ya que están tan distantes los oídos...

Pedía que Dios le quitara el entendimiento, porque no quería irritar al Santo Oficio. Es de las escritoras más irónicas (con permiso de Emily Dickinson) que me he encontrado jamás, y de las más ácidas y, con mucho, la más dura. Mi hermano pequeño la llama "la monja forzosa". Una amiga mía se enamoró de ella hace ya no sé cuántos años, consiguió ediciones antiguas de sus libros (que colecciona como colecciona relojes) y me regaló sus poemas. Todos leemos para encontrar una mente más lúcida, más sabia, más inteligente, más asombrosa que la nuestra (lo que me duele es que para eso no haga falta mucho, en fin).


Suntzu, me resulta complicado elegir un poema para regalarte... Así que dos sonetitos. Para que se los enseñes a tus alumnos...

A su retrato - Soneto CXLV

Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Al que ingrato me deja, busco amante

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.

Sor Juana Inés de la Cruz

sábado, 19 de mayo de 2007

Una espada

De él sólo sé que es argentino, que en su tumba hay dos versos de la Völsunga Saga y un grupo de siete guerreros con la espada rota y sin escudos. No me interesa su vida, ni sus amores, ni su ideología política. Sólo que el paraíso era una biblioteca, que escribió el otro poema de los dones por el que Sonia y yo hacemos un inventario de motivos contra la desilusión cada cierto tiempo y que el caballo del ajedrez "está en el encabalgamiento" (palabras textuales de Vázquez Medel durante una clase de literatura que me cortaron la respiración y me pusieron los pelos de punta). De él sólo me interesa que escribió cosas como ésta:



Una espada,
una espada de hierro forjada en el frío del alba.
Una espada con runas
que nadie podrá desoír ni descifrar del todo,
una espada del Báltico que será cantada en Nortumbria,
una espada que los poetas
igualarán al hielo y al fuego,
una espada que un rey dará a otro rey
y este rey a un sueño,
una espada que será leal
hasta una hora que ya sabe el Destino,
una espada que iluminará la batalla.

Una espada para la mano
que regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres,
una espada para la mano
que enrojecerá los dientes del lobo
y el despiadado pico del cuervo,
una espada para la mano
que prodigará el oro rojo,
una espada para la mano
que dará muerte a la serpiente en su lecho de oro,
una espada para la mano
que ganará un reino y perderá un reino,
una espada para la mano
que derribará la selva de lanzas.
Una espada para la mano de Beowulf.

Jorge Luis Borges

Mi territorio, mi orientación, mi cordura

Es la mujer más sensual que conozco y la única persona que me desinhibe bailando y me vuelve despreocupada y salvaje. Me hace tomar conciencia de mi cuerpo, como si no existiera nadie más y nadie mirara, y cada una de las concepciones y de las imágenes informes que tengo de mí misma me abandonaran para volverse luminosas, divertidas, bellas.

Lo sabe todo.

Lo sabe absolutamente todo y termina sabiendo incluso lo que me propongo no contarle, por vergüenza o por cansancio. El proceso no dura nunca más de un cuarto de hora, porque si me callo siento que la traiciono. Me hace hablar y resulta tan fácil... Llevo mirándola más de seis años y siempre acabo pensando en lo mismo: en la suerte que tengo de que ella sea mi territorio, mi orientación y mi cordura. Comparte conmigo desde una lectura de poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, para descubrir que nada ha cambiado en cuatro siglos, hasta cenas con mi madre en las que mi madre le cuenta cosas de mi familia que yo desconocía por completo. Si hay que pintar la casa, allí está ella. Si hay que colgar una barra de armario, también. Si tengo que ir a cualquier sitio, a no sé cuántos kilómetros; si necesito dormir con alguien; si me apetece reírme o tirarme en el sofá de su casa a beber té. Esa mujer es rematadamente buena en casi todo lo que hace, pero hay algo en lo que supera a todos los demás.

Es única para recoger los pedazos.

jueves, 17 de mayo de 2007

Lo que me pondría

En realidad, lo que a mí me pondría ahora mismo, a estas alturas del mayo caluroso de cielos hechos jirones, de incertidumbre, voces, idas y venidas, ruedas de prensa, programas llenos de ideas en los que se dice qué se va a hacer pero nunca cómo, compañeros con ojeras hasta el suelo, medidas que van a regenerar la clase política (sic), confrontaciones; cables de micrófonos, cámaras, grabadoras y cuadernos humeantes; mediciones de tiempo estrictas (y absurdas), jornada de reflexión a la vuelta de la esquina, coches vociferantes, músicas más o menos pegadizas y observación impasible... lo que a mí me pondría, digo, es hablar sobre la campaña electoral y sus varios protagonistas.

Pero ya se sabe: a los periodistas nos está prohibido opinar.

Descubrimientos

El más asombroso: me encanta, me parece divertidísimo, tengo mono.

Los de novata el primer día de prácticas: no miro por los espejos retrovisores, me gustan más las ventanas.

Se me cala el motor menos de lo que había pensado.

Puedo sentirme macarra a 40 kilómetros por hora.

Y, si piso no sé qué pedales, sale un humo muy negro y horrible desde el tubo de escape y los coches de detrás pitan.

martes, 15 de mayo de 2007

Feria del libro

En las ferias del libro me pasa lo mismo que en las librerías: me entran sudores y me pongo mala (de verdad: no puedo estar en una librería más de diez minutos: me descompongo. Es una reacción física que no sé de dónde sale: Sonia la achaca a la ansiedad que me entra de ver tanto título que no he leído). Hoy ha sido divertido. Un grupo de adolescentes buscando dos libros que hablaban del amor absoluto y la felicidad absoluta. Ese treintañero engominado y con gafas (parece que los hacen de molde) comprando "¿Quién se ha llevado mi queso?" y yo mordiéndome la lengua para no decirle lo que le debería haber dicho, que le habría hecho un favor, no te gastes siete euros en eso, criatura, que es una mierda, ahora mismo te lo cuento, va de dos ratones, se lee en un cuarto de hora y dos minutos después de lo único que te acuerdas es de eso: que salen dos ratones... Un cuarentón buscando "La caja vacía", que lo presentan el viernes: "Lo editó Visor" "Sí, pero no lo encuentro" "Yo estoy buscando '42' y tampoco lo encuentro" "'42' lo tenemos nosotros: ¿lo quieres?" "Claro que lo quiero". Un viejecito diciéndole a un librero que siempre llega pensando: "No me llevo ninguno", porque un día se va a tener que ir de casa para que le quepan los libros... Dos niños leyendo cómics, cientos de títulos que no leeré o no pretendo (Jiménez Losantos, Dan Brown, Susanna Tamaro, Paulo Coelho, la última finalista del premio Planeta -que por cierto firmaba hoy-) y mi compañero Da Silva preguntándome si me interesa Luis Alberto de Cuenca para ir a cubrirlo mañana. Y no, no me interesa, no me ha interesado nunca lo más mínimo. De hecho, no le veo interés ninguno a mantener un encuentro con un escritor, ni a que te firme un libro. Sólo hay uno con el que me hubiera gustado, pero está muerto, y no me hubiera firmado nada. Me hubiera contado un cuento.

Porque sí

Tuve muchos profesores y algún maestro y el reconocimiento siempre llegó tarde, o no llegó, porque a ciertas edades se saben las cosas pero no se dicen por pudor y por vergüenza. Uno ha muerto ya. Me metió en el colegio a los dos años porque mi hermano se iba al cole y yo lloraba. Se llamaba Don Tomás. Le dio clases mi abuelo y creó la Academia. Estuvo pendiente de mí más de una década y yo lo sabía. De esa época me quedan la señorita Eva, la señorita Águeda, Don Francisco y Don José. A una iba a verla en los recreos cuando pasé de curso y los siguientes y todavía recuerdo una clase suya que se ha convertido, en mi memoria, en el primer día que tomé conciencia de que podía reírme de mí hasta que me doliera el cuerpo. Otra me mandaba raíces cuadradas a los ocho años, antes de saber qué es eso de la atención a la diversidad, y nos llamaba al orden con una campanita porque siempre estaba afónica. Me veo con dos libretas en sus clases: una para escribir -yo escribo desde que puedo recordar- y otra para hacer los ejercicios, cuando me enteraba de que había que hacerlos. Con Don Francisco no hizo falta burlar al resto de las asignaturas, porque sólo daba lengua y nos encargaba una redacción cada lunes sobre temas tan raros como los tacos (que ahí aprendí que tienen que ver con el sexo), los gitanos y el romanticismo. Y Don José merecería un libro entero él solo porque jamás he visto luego a nadie tan férreo y tan tierno, tan rudo y tan dulce.

Después pasé al instituto y Chencho, que ahora es subdelegado del Gobierno, me volvió a demostrar que la Historia es un cuento hermoso aunque la narren los que ganan siempre. Félix tuvo paciencia con este pato mareado que soy yo. Pilar me mostró el mundo a través de los ojos de Kant, Platón y Kierkegaard y Manuel me dedicó una clase para que comprendiera el uso de los colores de Mondrian.

Los recuerdo a todos, pero recuerdo aún más a los que perseguí allá donde dieran clase cuando tuve edad para descubrirlos al momento. El día de la presentación de Manuel Ángel Vázquez Medel, yo andaba en un examen de Lengua y, cuando volví, mis amigos me rodearon: "Este tío te va a encantar: dice que la literatura es una experiencia orgásmica". Y orgasmo tras orgasmo ahí estaban Alberto Caeiro -"que es una mezcla de Baudelaire y Whitman: ¡por eso grita tanto!"- y Borges ("tenue rey, sesgo alfil") y Joyce y Kafka y todos los semiólogos que en el mundo han sido. Me contó el significado etimológico de la palabra "amigo" y me mostró, por encima de todas las cosas, lo importante que es Ser. El amigo del que habló aquella noche, con contundencia y orgullo, se llama Adrián Huici, me espoleó el sentido crítico y el análisis y me encargó un trabajo sobre el Che Guevara, de no más de 12 páginas y del que me sintiera orgullosa. Le escribí 34, mezclé a Serrat con Larralde y con párrafos de cartas de Nerea, que es mi amiga y es un genio, y me dijo la nota una noche que le encontré en el cine, mirándome muy serio y riéndose al final. A Huici le perseguimos todos y ese año, el primer día, nos preguntó si nos habíamos equivocado de aula, porque el curso pasado había tenido 30 alumnos y esa vez éramos 110 más. Y luego estaba Leonardo, que le hablaba de usted a todos los alumnos menos a mí, que cambiaba la fecha de un examen si a mí no me convenía y que ha sido el maestro más irónico y punzante que he tenido jamás. A él sí fui a verle, cuando ya estaba en cuarto, y entré en su clase para dar una palmada en la mesa, mirarle a los ojos y decirle: "Vengo a darte las gracias" "¿Por qué?" "Porque sí".

Eso me lo enseñó Josemari, porque hay veces que los amigos son también maestros. Que no hace falta, a ratos, más explicación que ésa: ese sentimiento rotundo que lo muestra todo: porque sí.

domingo, 13 de mayo de 2007

Éste sí va para ti







Esta tarde, que amanece, descubro que algún día te hablaré sobre los cielos lilas de mi tierra...

Colectivos marginales

Saponi promete ayudas para los gitanos y Heras, a los periodistas

La noticia, aquí (hasta que deje de ser ésta la dirección)

José María Saponi, alcalde de Cáceres y candidato a la reelección por el PP, anuncia más ayudas para el Plan de Desarrollo Gitano.

La candidata del PSOE a la alcaldía de Cáceres, Carmen Heras, promete apoyar la creación de un centro de prensa.

El titular es antológico, oigan.

sábado, 12 de mayo de 2007

Interpretaciones

Hasta ahora, este poema me había parecido más tierno que revanchista. Hoy he comenzado a pensar que quizá pide cierto tipo de pago de deudas...

Dame cobijo
con toda la ternura
que te he prestado.
Mario Benedetti.

viernes, 11 de mayo de 2007

El oficio

Hace poco tiempo, José Manuel Díez escribió una entrada en su blog en la que hablaba sobre uno de sus géneros (subgéneros, podríamos llamarle: las entrevistas -literarias-) y yo me puse a pensar que llevo exactamente los mismos años desempeñando el oficio que disculpándome por el oficio que elegí. Hoy debería haber entrevistado a otro escritor, pero (des)afortunadamente, no ha habido manera de hablar con él.

Le doy vueltas desde que lo leí, la verdad. Egocéntrica que es una, siempre me he preocupado más por lo mal que lo paso yo cuando tengo que entrevistar a alguien que por cómo puede encontrarse la otra persona. Qué pensará. Porque, vamos a ver, yo he entrevistado siempre a gente a la que no he leído (salvo uno o dos honrosos casos, pero a ésos los busqué yo con cualquier excusa) y, más aún: a gente a la que no tengo maldita la gana de leer.

Llevo seis años disculpándome por el oficio que elegí. A estas alturas comienzo a disculparme por la manera de ejercerlo...

lunes, 7 de mayo de 2007

Una vez

Una vez quise. Quise de la manera en que quiere todo el mundo: definitiva, abismal, sin esperanza. Luego he querido de otras formas. Sin lágrimas, porque nunca las tuve, pero me las devolvieron con creces durante un año; con calma, como si se pudiera querer calmadamente; contenida, porque no es lo mismo el control que la represión, me repetí, aunque jamás haya llegado a creerme del todo aquella frase. Me regalaron cuadros de Georgia O'Keefee, Chagall y Klimt; poemas de Miguel Hernández, José Hierro, Ángel González, Goytisolo, Barrett Browning, Alejandra Pizarnik y otros cientos; canciones de Ella Fitzgerald y Andrés Calamaro. Ya no miro títulos de libros pensando que estarán en su estantería, pero tampoco hace falta porque soy parte de él. Y con esto quiero decir precisamente eso: que ciertas partes de mí, ahora, le deben lo que son. Que le debo lo que soy o parte de lo que soy o algunas de las mejores partes de mí. No he vuelto a querer así. Dudo mucho que vuelva a querer así.


La jaula

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa
desnuda en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.

Alejandra Pizarnik.

Lo que hago mejor últimamente es alejar a la gente que me importa.

domingo, 6 de mayo de 2007

Ángel

Hace tiempo le escribí para decirle que echaba de menos su olor.
Hace más tiempo aún le escribí para decirle que me había acordado de él mientras veía las casas pintadas de colores del Casco Antiguo de Badajoz. Es mi amigo.
Esto quiere decir que camina conmigo a trompicones.
Que no conoce mis días pero no se pierde, jamás se ha perdido, lo importante.
Que no conozco sus días pero levanta el teléfono para llamarme cuando le parten por la mitad.
Ahora hace realidad un proyecto.
Es su propio jefe, se ha asociado con uno de sus mejores amigos y no vende su creatividad, su manejo del ratón (el más rápido a este lado del Oeste) ni su capacidad de trabajo, que es mucha (y lo sé porque ha trabajado conmigo), al peor postor -ya no hay mejores postores- por cuatro duros.
Vive en Granada, como otro de los hombres de mi vida. Es diseñador. Su estudio se llama Alcon&Squembri y está en la calle Sierpe Baja, número 1, 1º B. El Código Postal es 18001 y está pintado de verde. Como las manzanas verdes. Como el sitio en el que yo trabajo.
Hace tres años que no le veo.
Sigo echando de menos su olor y sus manos.
Pero ahora le quiero más que antes.

viernes, 4 de mayo de 2007

Ahora que pierdo

Ahora que pierdo lo que soy, o que tengo conciencia de haberlo perdido, y llega el cansancio y ya no hay la costumbre de desear un buen día ni de dar (o mandar, que es casi lo mismo, pero no es igual) un abrazo o un beso o mil al llegar al tajo. Ahora que llegan otros y se van (o creo que se van) algunos. Ahora que aparece el hastío y regresa el silencio y me enamoro de unas letras y una voz y no tengo ganas de hacer nada ni de escribir nada, leo a Szymborska y lamento, como nunca, no saber, no poder, escribir poemas.


Discurso en el depósito de objetos perdidos

Perdí algunas diosas en el camino de sur a norte,
y también muchos dioses en el camino de este a oeste.
Se me apagaron para siempre un par de estrellas, ábrete cielo.
Se me hundió en el mar una isla, otra.
Ni siquiera sé exactamente dónde dejé las garras,
quién trae mi piel, quién vive en mi concha.
Mis hermanos murieron cuando me arrastré a la orilla
y sólo algún huesito celebra en mí ese aniversario.
Salté de mi pellejo, perdí vértebras y piernas,
me alejé de mis sentidos muchísimas veces.
Desde hace mucho cerré mi tercer ojo ante todo esto,
me despedí de todo con la aleta, me encogí de ramas.
Se esfumó, se perdió, se dispersó a los cuatro vientos.
Yo misma me sorprendo de mí misma, de lo poco que quedó de mí:
un individuo aislado, del género humano por ahora,
que sólo perdió su paraguas ayer en el tranvía.

Wislawa Szymborska
De "Si acaso" 1978 Versión de Gerardo Beltrán

Una del montón

Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.

Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.

En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a la medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.

Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos individuo.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.

Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.

Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.

Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.

Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.
¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión?

¿Y si hubiera nacidono en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?

El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.

Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.

Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.

Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.

Wislawa Szymborska
Versión de Gerardo Beltrán.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Soledad


Soledad,
aquí están mis credenciales.
Vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo.
Creo
que pasaremos juntos temporales.
Propongo que tú y yo
nos vayamos conociendo.

Aquí estoy.
Te traigo mis cicatrices:
palabras sobre papel pentagramado.
No te fijes mucho en lo que dicen:
me encontrarás en cada cosa que he callado.


Ya pasó,
ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir es indoloro.
Qué raro que seas tú quien me acompañe,
soledad,
a mí, que nunca supe bien cómo estar solo.


Jorge Drexler.