domingo, 29 de abril de 2007

El loco


Mostró a los ancianos
su ropa empapada,
su pelo mojado,
sus manos llenas de barro.
La lluvia no llegará, le dijeron,
tú sabes que la lluvia no llegará.


José María Gómez Valero.

Fobias

A los langostos, a las cucarachas, a las arañas grandes; a los chantajes psicológicos; a la irrealidad; a que golpeen el respaldo de la silla en la que me siento cuando estoy sentada; a que me interrumpan cuando estoy leyendo; a que hablen en el cine -incluso en los anuncios-; al lenguaje wap en los mensajes de móvil y en cualquier otro texto; a las faltas de ortografía; a ciertos libros, a los libros de autoayuda -a todos-, a esos poemas de amor; a esta construcción absurda del mercado laboral y el consumo; a los grupos de veinteañeros que se divierten asustándote por la calle cuando caminas sola y de madrugada; a tener que explicar las razones de la bondad de cierto arte y de cierta literatura -cada cual, que se eduque a sí mismo, que las bibliotecas están ahí-, a los idiotas que desdeñan al que lo aprendió todo en los libros porque en los libros se aprende todo y en los libros se vive; a explicar, también, qué es el machismo, qué el feminismo y qué el hembrismo -que mucho me temo que es otro término que se han inventado los machistas-; a los asertivos, seguros, pagados de sí mismo y perfectos; a los de reggaeton a decibelios, ventanilla bajada, en el coche; a la música de discoteca y a las discotecas; a los bares en los que no se puede hablar; a una playa sucia.

A no verte nunca. A no verte más. A estar lejos.

Familia no hay más que una

Mamá: Miguel Hernández es un pena.

Yo: Pero mamá, si tú no lees poesía...
Hermano menor: Que no, que no es un pena.
Hermano mayor: A mí me parece un pena.
Mamá: A ver, dónde están los libros de Miguel Hernández.
Yo: Ahora voy. Toma -a hermano menor-: busca el poema de La Boca, que es una maravilla. Ese poema me lo regalaron hace años, me lo regaló Neno, junto con mil más. Yo le tengo cariño a Miguel Hernández, no sólo porque me guste, sino porque el abuelo de Carmelo era íntimo amigo suyo y la abuela de Carmelo le llevaba comida a la cárcel a los dos.
Hermano menor hojea y se ríe y hace un descubrimiento: Joer, este tío es un pena.
Mamá: ¿Ves como era un pena?
Yo, cojo el libro, leo La Higuera: Qué coño un pena, este tío es pornográfico.
Hermano mayor, que tira pa lo suyo y a él Miguel Hernández se la refanfinfla: ¿Tú no tenías un libro en edición bilingüe de los poemas de Shakespeare? Y se pone a recitar a Shakespeare, en inglés, párrafos enteros de obras de teatro, que se las sabe de memoria.
Yo: Sí, ahora voy.
Novia de hermano mayor lee a Shakespeare en inglés.
Hermano mayor: Si es que las traducciones se cargan los poemas. Mira, mira: mira la musicalidad.
Yo: Pues sí, pero si traduciendo es la única manera que tengo de leer a Ana Akhmatova, qué quieres que te diga. Porque yo le regalé a tu hermano una edición bilingüe de Schiller, alemán-español, y oye, dudo mucho que se la haya leído en alemán.
Mamá: Bueno, id poniendo la mesa.
(Transcripción de una charla el 5 de abril en mi casa).

sábado, 28 de abril de 2007

Estos son mis poemas


Estos son mis poemas.
Los escribí en curiosas circunstancias,
por intensas razones,
pensando no en usted concretamente,
pero sí en algún otro / alguna otra
que puede asemejársele.

Los escribí en silencio
mientras mi padre hablaba con mi madre
de trances y propósitos:
este niño no estudia, hay que hacer algo,
sólo piensa en poemas todo el día.

Los escribí una tarde de cigüeñas,
una noche de lluvia,
una mañana azul que bien pudiera
haber sido amarilla, roja o verde,
pero era azul; azul y yo cantaba.

Estos son mis poemas.
Los escribí al dictado de la sangre,
casi siempre atraída
por la complejidad de la belleza,
aunque algunos sean simples como nudos de sirga,
sencillos como el paso de una nube.

Los escribí escondido en cualquier sombra,
sentado en cualquier plaza,
mientras mi corazón se iba descalzo
por caminos de pluma, por calzadas de ortiga.

Estos son mis poemas; son todo lo que tengo
(que es más de lo que muchos hombres tienen).
Quien los ama, los gana.

Los escribí pensando en esa niña
de cuyo cuerpo supe la hermosura
mientras su tren partía
(mi vida en dos mitades silenciosas);
pensando en el amor no desatado,
las cosas por decir, la luz del hombre,
la oculta certidud
de la que las pasiones se alimentan.

Estos son mis poemas. No se asusten
si los encuentran bellos,
si los leen en voz alta y se les queda
su sabor a manzana entre los labios,
si los lanzan al fuego
y el fuego los deflagra comúnmente,
sin advertir siquiera su materia
de tinta y esperanza.

Estos son mis poemas.
Los escribí en curiosas circunstancias,
(casi siempre tocado por la vida),
mas también por la muerte, las sutiles
caricias de la muerte.
Si los dejan sonar, oirán mi aliento.
Son más que unos poemas: son un hombre.

José Manuel Díez


No me ocurría desde Luis Melgarejo, José María Gómez Valero o, sobre todo, David Eloy Rodríguez, porque en cuestión de poesía, siempre voy a lo seguro. Pero le escuché un día, y me leyó un poema sobre un loco, y rogué por un libro suyo y acabo de descubrir su blog.

No escribo nunca sobre literatura. No me interesa, o no me sale, o es demasiado íntimo. No recomiendo libros ni pongo libros en las manos (salvo a muy pocas personas a las que les permito hacer lo mismo: mi madre, mis hermanos, algunos de mis amigos). Pero sí cito a quienes me gustan (y de eso este blog es buena prueba) aunque no estén todos los que son.

Escribe bien. Escribe muy bien. Y eso es lo único que se puede decir de quien escribe.

jueves, 26 de abril de 2007

40

Le gusta la música clásica del XVIII, aprendió alemán, ha tocado mapas antiguos (le brillan los ojos cuando lo dice) y con cuatro gatos edita libros de historia. También los traduce. Cumple cuarenta, hace poco más de un trimestre nació su hija y ella ahora descubre el mundo cuando su padre cambia de trabajo. Llegó, todo serio, con esa voz raspada que tiene, y no decía más palabras que las imprescindibles. Pero se quedó un día a comer, hablamos de las relaciones y no recuerdo qué se dijo, pero sí la impresión, que desde entonces no ha dejado de crecer. Es un tío interesante, sea lo que sea que sea eso, porque mi concepto de interés es un tanto distinto al del resto y ahora tengo la impresión de que debe de ser de los que llegan lentos, sin que te des cuenta, y se quedan. Y consigue que te preguntes en qué has invertido tú el tiempo, pero ésa es otra historia... Le gusta la música clásica, decía, pero yo hoy, le regalo a Jamie Cullum.

Te presto


Te presto la ternura y las ganas de abrazarte por dentro, de acariciarte el corazón, de que descanses de tu vida y de tus miedos.
Abandónate.
Permítetelo.

domingo, 22 de abril de 2007

Bienvenido...

¿Quién serás tú? Cuando te vi, dormías. No abrías los ojos siquiera. El pelo negro, las manos cerradas, la piel más suave del mundo, quince horas de vida y nueve meses en la barriga de July, que me llamó enseguida: ¿Te casas? No, tía, que estoy preñá.

Dormías mientras tu madre se recuperaba de la cesárea, ajeno a todo: a que ella nos reñía porque no podía reírse, que se me saltan las grapas; a que pasabas de mano en mano, de la abuela Paula a Pupe, de Pupe a Olga, de Olga a Cuqui, que no paraban de mirarte y de cogerte, con mucho miedo y con taquicardia, tan frágil, tan pequeño, tan guapo, tan tranquilo. Quince horas de vida, cuatro kilos, el mundo reducido a un pecho y a la cuna, hasta que comiences a descubrirlo y te asombres de la ley de la gravedad y quieras llevártelo todo a la boca y gatees como un loco y vayas tropezando y aprendiendo.

No hace tanto, tu madre y yo andábamos, mano a mano, bebiendo anís en vaso de tubo después de comer y jugando al parchís como terapia contra el desamor de una amiga que te enseñará, si te fijas un poco, la lealtad más férrea. Quizá te cuenten (te contemos) que tu padre lloró, porque los hombres -que no te engañen con eso, que el mundo no ha cambiado tanto- lloran y hablan y se expresan.

Son tus padres, pero son mis amigos. Y cuando crezcas -cuando crezcas mucho, cuando te partan el corazón una y mil veces- sabrás de la importancia que tienen los que cogen el coche sin dudarlo para verte en cuanto naces; los que te escuchan y te abrazan y te preguntan qué necesitas -pañales, medidor para las papillas, no sé cuántas cosas porque yo de niños no entiendo-; o los que sólo están y esperan.

Lo que me pregunto es cómo crecerás. Quién serás tú. Qué comida te gustará. Si tu padre logrará inculcarte su amor por los coches y su manera generosa de disponerlo todo y si habrás heredado su inteligencia innata para comprender. Si sonreirás como tu madre, que lo arregla todo con un brillo de ojos o si serás capaz de captar el mundo como ella. Y si alguna vez querrás así, como ellos dos.

Me pregunto quién eres y cómo de cerca estaremos, a pesar de los 200 kilómetros, para ver cómo te pasa el tiempo por encima, cómo se te queda chica la ropa, qué palabras aprendes y de qué estará hecho tu vocabulario, cuántos amigos reales tienes, qué te hace sufrir, a qué cosas le darás importancia, qué sentido tendrás de lo correcto y la locura, del asombro, la justicia, o el sálvese quien pueda.

Ahora, hoy, sólo duermes.

Bienvenido.

viernes, 13 de abril de 2007

Noviembre y la memoria

Noviembre siempre ha sido mi mes favorito, porque todo ha comenzado siempre en otoño y porque el otoño es siempre el inicio del año, aunque las etapas tengan nombre de ciudades. Noviembre comenzó, sin melancolía alguna, pero con una memoria nueva y recuperada, una memoria que hacía mucho que no se manifestaba tan bien, tan contundentemente, tan determinante y tan preciosa. Porque ha pasado mucho tiempo de todo, tanto tiempo que ni me acordaba y, sin embargo, ayer volvió todo al principio, el primer día del mes más hermoso del año, por los significados, el aire amarillo, las hojas ocres, la calidez del alma cuando fuera hace frío pero no importa. Ayer tuve un cuerpo, tres cabezas, tres memorias, tres pares de ojos, dos pares de ojos que me miraban y me reconocían y uno, el mío, que se perdía en bailes, en miradas verdes y marrones, cuatro manos que me tocaban y una sensualidad voluptuosa que sólo recupero con dos personas, que hacía mucho tiempo que no recuperaba con dos personas y por eso volvió la memoria y me sentó muy bien que volviera porque hacía más de un año la había perdido y ni siquiera supe darme cuenta. No fue el alcohol, pero también actuó, porque jamás he bebido tanto, pero no tengo resaca, pero estoy muy bien, aunque mi estómago se queje a ratos, muy suave, y la boca me sepa a un tabaco que no paro de fumar a pesar de todo... Y aunque la cabeza rebobine, y me asuste, porque me acuerdo de cada instante y no perdí el control, pero me dejé llevar y me dejé llevar mucho y me sentó muy bien tener tres cuerpos y seis brazos y seis piernas y tres bocas que cantaban y un par de hombres pendientes de mí, riéndose conmigo, jugando conmigo y a mi favor. Me sentó muy bien, tan bien que ni me lo creo, aunque volveré a recordarlo muchas veces.


Me sentó tan bien que podría haber seguido así horas, quizá días, yo borracha, Javi borracho, Keko borracho, mucho vino, muchas copas, mucho abrazo, mucho alcohol, canciones en las que nos fijábamos, letras que dolían pero que tampoco importaban, un mundo de tres que era abarcable y que se desvaneció de madrugada, presente que ya sólo es pasado y que duró un instante. Pero tuve tres cuerpos y hacía tiempo que no estaba tan cómoda en el mío. Keko, Javi y yo, los tres juntos, tenemos un rollo muy bueno, muy sexual pero muy cachondo, muchas bromas pero muy sensual y nunca llega la sangre al río, pero nos reímos mucho y hacía más de un año que no teníamos una noche así. Hacía mucho tiempo que no abrazaba a Keko, hacía mucho tiempo que no me reía tanto con Javi, hacía mucho tiempo que no bailábamos, hacía mucho tiempo que no me mimaban los dos, mano a mano; hacía mucho tiempo de tantas cosas que se me habían olvidado y ayer recuperé la memoria.
La memoria y la risa, porque nos reímos mucho, nos reímos tanto que me dolían las mandíbulas, y nos burlábamos y acabamos tambaleándonos y en algún momento yo tenía dos cubatas encima de la barra y en algún momento nos abrazábamos los tres y en muchos momentos yo le metía la mano en los bolsillos delanteros del pantalón, para buscar ese tabaco o ese mechero que Javi y yo, cuando salimos, siempre llevamos a medias y siempre me decía que siguiera, que ahí no, que más al fondo, y se mordía el labio inferior, y volvíamos a reírnos, un día te meteré mano, a que no, y no se movía, el hijo puta, mientras yo le abrazaba e iba bajando por su espalda, sin bajar del todo porque él no se mueve pero el alcohol no le desinhibe y yo siempre controlo porque me da mucho miedo descontrolar y porque prefiero no arrepentirme de lo que he hecho ni de lo que he dejado de hacer porque prefiero no arrepentirme porque soy así de cobarde.

Recuperé la memoria y se lo dije a los dos, que les echaba de menos a los dos juntos conmigo, a mí con los dos, a ellos conmigo, a los tres, esa corriente que fluye en todas las direcciones y que hace que nos sobren todos los demás. También se me había olvidado eso, cómo fuimos los tres juntos, a ratos, sin planearlo, cómo nos hemos buscado siempre, aunque estuvieran los otros, cómo hemos compartido ese juego, le haces más caso a Javi que a mí, y no era verdad pero a ratos sí era verdad porque yo estaba pendiente de que Javi no se sintiera incómodo ni desplazado cuando Keko y yo nos perseguíamos y él nos miraba y yo le buscaba también y él se dejaba encontrar y me llamaba. Hacía tiempo que no veía a Javi tan calmado, tan risueño, tan feliz y que no me alegraba por su felicidad, porque ha tenido muy pocos motivos últimamente para reírse. Hacía tiempo del asombro y de la ternura y de las miradas que muestran la intimidad mejor de lo que puedan hacerlo las palabras. Hacía mucho tiempo que nada era tan sólido ni tan frágil ni tan duro ni tan quebradizo. Hacía mucho tiempo que no nos comunicábamos sabiendo que sólo podemos entenderlo nosotros. Hacía mucho tiempo de las bromas privadas y de las caricias y de los desafíos. Hacía tanto tiempo de algunas cosas que por poco no se me olvidan, pero ayer recuperé la memoria.

31 de octubre de 2004

Secreto














Es un hecho maravilloso y digno de reflexión que todo ser humano esté constituido de tal forma que siempre haya de ser un profundo secreto y un misterio para sus semejantes.

Charles Dickens.

Y a menudo, incluso, para sí mismo.

martes, 10 de abril de 2007

Nada de eso me sirve

Ni la voz, ni los gemidos, ni un baile, ni un cuerpo rodando sobre el mío, ni una palma de la mano recorriendo pieles, ni el sudor, ni las lenguas, ni la mirada, ni la humedad, ni la apertura, ni la entrada y mucho menos la salida.

Nada de eso me sirve. Lo descubro contigo y tres vinos.

Yo me masturbo con palabras.

A Sonia.

domingo, 8 de abril de 2007

Feliz cumpleaniversario

Ella

Le están reservadas todas las fotos en los viajes, como al gnomo de Amélie. Los cafés con ella me quedan ronca, porque nos robamos las palabras y porque los jalono con tabaco. Dice que no tiene autoridad, pero lo cierto es que aglutina en torno a sí a un montón de gente de la que ella es nexo de unión y parte indispensable. No tiene secretos inconfesables. Es amistosa: esto es, cuida a la gente a la que quiere. Se emociona con las cosas pequeñas. Va de cara, es contundente y es realista. Le gustan los zapatos, la ropa, los jabones de colores y los libros y las series de treinteañeras urbanitas que buscan su espacio y por eso en Nueva York hizo el recorrido de Sex and the City. Compra ediciones de películas clásicas de lujo. Me descubre y me recuerda lo que soy y me habla de todas las incoherencias de mi carácter como si fuera yo misma. Le brillan el pelo y los ojos. Paso con ella seis días por semana. Y no me canso.

Él

Colecciona recuerdos, que son todo su patrimonio. Cocina, sin que le moleste nadie, salsas riquísimas para partidos de fútbol aburridos; bocadillos deconstruidos de mortadela y ensaladas con salmón y especias Thai. Habla pausado, escoge las palabras, te amplía el vocabulario y construye frases como si fuera lo más fácil del mundo, pero no escribe porque ha de buscar el momento y, sobre todo, la conciencia. Es radical, en sentido estricto. Una de sus principales aficiones es observar a los demás y, por eso, y porque todos somos sota-caballo-y-rey, puede emitir juicios psicológicos certeros. Viaja para verlo todo y querría ver mucho más. Llega a los 33 sereno, dejando un trabajo y con toda la incertidumbre del mundo, pero no importa. Comenzará de nuevo como si fuera la primera vez que cambia de vida.

sábado, 7 de abril de 2007

Fútbol

Hoy voy a ver un partido. De fútbol. Los partidos, me temo, siempre son de fútbol. Sólo los he visto cuando jugaban mis amigos (y era fútbol sala) y porque gente que me importaba me pidió que fuera con ellos. Inglaterra-España, con Asun y Julia, y un montón de estampas de santos al lado de la tele que no sirvieron de nada. Otro más (supongo que estaba el Barça implicado) en casa de Carmelo, diez o doce tíos y yo, tres o cuatro neveras portátiles llenas de sangría, patatas fritas y el mejor sitio del sofá.

Por la misma época, tuve que escribir una crónica del Sevilla-Betis. Los reuní a todos para que me la hicieran, en el bar, cerveza va y cerveza viene, y acabaron hablando de los modos de jugar, de por qué se juega, del significado que tiene ir detrás de una pelota, y seguir a un equipo, y el espectáculo y la técnica y el negocio y las pasiones. "No me fío de ningún tío al que no le guste el fútbol".

No volví a ver ninguno hasta hace tres años, con Keko y Javi, y me lo pasé analizando piernas, gemelos y glúteos ("nunca habíamos visto un partido desde esa perspectiva").


Ahora me encargan que comprenda el intríngulis del fuera de juego: su filosofía. Pregunto a periodistas deportivos, a mi padre y a uno del Atleti (pobre). Me hablan del ratoneo. Me pasan la página de la Liga de Fútbol profesional. La regla es la número once y es simple. Las implicaciones, complejas. En la primera jugada de un saque de esquina no hay fuera de juego. Ni en la de saque de banda o saque de meta. El jugador puede estar en posición ilegal, pero no cometer una infracción. Hay que esperar a ver qué hace, sin prisas.

Hoy será Barça-Zaragoza ¿o Zaragoza-Barça? De ahí el Camp Nou. Y porque Julia, Asun, Carmelo y Juan Pablo, que son los únicos que me han hecho ver fútbol (con Keko y Javi me quedé porque quise), son del Barça.

Yo sigo sin distinguir un geranio de un penalti.

Belleza

Quizá aquí se resuma todo

Y de paso siempre podéis aprovechar para leeros el resto de las entradas, que no tienen desperdicio.


Los hay que siempre supieron llegar con las teclas.

jueves, 5 de abril de 2007

Palabras en extinción

Apadrina una palabra


Yo he elegido simoníaco. La escribí en un texto cuando tenía ocho o diez años, o doce. No recuerdo. Antes de vivir en Badajoz. Años después, encontré ese cuaderno, que perdí en alguna de mis mudanzas, y tuve que buscarla en el diccionario. Desde entonces, sigo pensando que cuando era chica escribía mejor.
Imagen: Rafa Turnes.

miércoles, 4 de abril de 2007

Chris por la mañana

La lluvia suele ponerme melancólico. Es la hora de acurrucarse en un rincón, me relajo y huelo la madera. Y hoy, sólo me siento mojado. ¿Qué tiene el poseer cosas? ¿Por qué sentimos la necesidad de poseer lo que amamos? ¿ Por qué nos volvemos tan bestias cuando lo poseemos? Todos sabéis qué es: queréis algo, lo poseéis, y al poseerlo lo perdemos. Y cuando por fin has conquistado a la chica de tus sueños, lo primero que haces es tratar de cambiarla: esa forma suya de peinarse, su manera de vestir, como mastica el chicle... Y al poco tiempo lo que te gustaba, lo que has cambiado y lo que no te gusta son la misma cosa, como una acuarela bajo la lluvia.


Chris Stevens, en la K-OSO. Cicely, Alaska.

domingo, 1 de abril de 2007

Te abrazo

Hoy quiero abrazarte.

Un abrazo fuerte. Largo. De ésos que escondes la nariz en el cuello del otro.
Un abrazo de los que surgen por una charla íntima o por el deseo de ser un refugio.
O el deseo de ser.
Quiero abrazarte muchas veces.
No todas te las digo.
Ni siquiera sé si todas se notan.


Imagen: Abrazo, de Ángela García.

Lugares

Compro guías de viajes. Barcelona. Nueva York. Roma. Berlín. Atenas. El País Aguilar. National Geographic. Lonely Planet. Mientras espero el gran viaje, me desplazo: Mérida. Badajoz. Madrid. Sevilla. Málaga.

Necesito pies nuevos.

Retazos

Me sacaba la cabeza, me midió con los ojos, estuve con él una hora y me dijo:

-¿Tus clases siempre son así?

-Lo que te has perdido, chaval.

Me gustó.

Me gustó porque tenía el pelo largo y porque era un chulo y a mí me suelen gustar los chulos, porque un chulo a los quince años siempre es chulo porque está perdido y luego me enteré de que toca el violín desde los cuatro años y luego me enteré de que robó una moto.

Ha cambiado el violín por una perilla, cadenas de oro y un año en un centro de menores.

Quiero equivocarme, pero esta vez intuyo que el hábito hace al monje.

Él dijo:


"No quiero pensar que no volveré a saber de ti y que fuiste como una especie de estrella fugaz que pasó por mi vida"