viernes, 29 de junio de 2007

El Tercio del Búho

Les gustan los tesoros, los piratas, los barcos perdidos, los naufragios, los exilios y las visitas. Maldicen a Nelson como si lo hubieran visto ayer, hacen concursos de relatos de Navidad y de relatos eróticos y se lanzan mandobles y estocadas al más puro estilo Góngora/Quevedo. Cuando les leo, me traslado a un hemiciclo, a cualquiera, y me entran deseos de ver a algún político insultar así. Invitan a vino siempre, porque en la taberna se bebe, se visita a los amigos que están lejos, y se llora, se grita y se regresa.

Allí me entero de que los escoceses no son serios, sino tímidos, o de que existe una mujer más lúcida escribiendo patentes que el mismísimo Reverte, al que unos Hermanos, de la Costa de los Sin Dios, secuestran antes de cada domingo, sin que algunos sepamos cómo. Hay quien se mofa de las escritoras que se creen modernas porque escriben "follar" y hay quien busca faros que naveguen. Y meigas, que haberlas, haylas y son de conjuros dulces. O poetas que versan palabras imposibles, reinas que merecen todos los reinos y mujeres que saben escribir de amor.

Se encuentran en un sitio que se llama La Chata. Ahora reúnen sus tesoros.

Salú e vinos, compañeros.

La canción pirata


¡Hey, hey manada de perros
siempre detrás
de un barril de ron!

¡Hey, hey empuñad los fierros
siempre al compás
de una maldición!

Hay un tesoro a cincuenta pasos
de ningún sitio en mi corazón,
matad, robad, rellenad los vasos
mientras navega este barco español.

Dadme un mar en la proa del barco
¡hey, hey y un huracán!,
un doblón al que cruce el charco
y otro más para el más rufián.

Alzo mi jarra por Johnny el Tuerto,
¡hey, hey, brindad, brindad!
quedó a vivir en la isla del Muerto
tomad un trago por su maldad.

¡Icemos el ancla, larguemos el trapo,
Soltemos amarras, que baile el timón!
Cortando las aguas, chacal de la espuma,
Siguiendo la estela de un gran galeón.

¡Cargad los trabucos, que brillen las dagas,
Echadle los garfios, cruzad el tablón!
Que suene la danza del sable y la espada
Mi dulce pareja el rugir del cañón.




¡Hey, hey, bailad con los muertos
por Edward, por Morgan
por Henry, por John!

¡Hey, hey, habrá siempre un puerto
cargados de oro
y sedientos de ron!

Quizás nos aguardan collares de esparto,
Quizás nos disculpen en un paredón.
Y allá, bajo el sol, como viejos lagartos,
Se pudra la piel de la tripulación.

Campar como reyes, de Antigua a Lepanto,
Sin jueces, ni leyes, ni gobernador.
Guiñar aburrido y vivir,
mientras tanto,
Borracho de plata, mujeres y alcohol.


¡Hey, hey, qué dulce destierro
me ofrece la mar!
¡Y no quiero el perdón!

¡Hey, hey, prefiero estar muerto
si libre me viese
de mi maldición!

Tortuga, Jamaica, Barbuda, Tobago,
Guanaja, Anegada, Martín, San Andrés,
Tahití, Puerto Plata, Caimán, Maracaibo,
Port Royal, Barbados, Granada y La Fe.



¡Hey, hey, chubascos, tormentas,
mil rayos y truenos,
que llegue el tifón!

¡Hey, hey, borrascas violentas,
que vuele la espuma,
que ruja el ciclón!

¡Subid a las jarcias, largad la mesana,
trincad el juanete, subid al bauprés,
pasad por la quilla a este cantamañana,
robad todo el oro de aquel genovés!

Que coman mis huesos dos mil tiburones,
hacedme la tumba en el fondo del mar,
que allí están dormidos los otros bribones
que dieron su vida por la libertad.


¡Hey, hey manada de perros
siempre detrás
de un barril de ron!

¡Hey, hey empuñad los fierros
siempre al compás
de una maldición!

¡Hey, hey, bailad con los muertos
por Edward, por Morgan,
por Henry, por John!

¡Hey, hey, habrá siempre un puerto
cargados de oro
y sedientos de ron!

Exmanco y Cagafuego.


¿No os recuerda a cierto loro que gritaba "¡Piezas de a ocho! ¡Piezas de a ocho!"?

martes, 26 de junio de 2007

31

Los desconocidos son amigos a los que nunca nos han presentado. Hoy cumplo 31. Hace un año no asumía ritos como el café a las siete y diez de la mañana, no me dormía en coches ajenos a las tres de la tarde, no me peleaba con nadie por mi concepto de cultura, no descubría lo divertida que puede ser una revista de moda, no compartía el dolor de piernas después de una clase de spinning, no pedía canciones apresuradas, no hacía bromas con la frase "métemela por debajo" y no me enseñaban planos antiguos de la ciudad en que nací o me hablaban de la paciente espera de buscar en un archivo en pos de un dato curioso.

Hace un año tampoco conocía a un tipo del que supe al instante que podría contarle cualquier cosa, por rara, oscura o enrevesada que fuera; no me autoinvitaba a comer a casa de dos amigos; no saludaba con un abrazo todos los días a una niña valiente ni me había percatado de mi facilidad para hablar, opinar o exigir. Tampoco existían el estrés de ocio los fines de semana, ni las tardes de compra buscando un complemento, ni descubría el placer de decorar la casa en Navidad, comprar telas para unas cortinas o pedir imanes de nevera cada vez que alguien visita cualquier ciudad extraña. Hace un año, ella no vivía en la misma ciudad que yo ni salía con un tipo que me gusta. No había recuperado relaciones antiguas, no habitaba en una isla furtiva en la que es genial bailar con alguien, no me metía en más líos de los necesarios, algunos de mis mejores amigos no iban a ser padres y no me sentía tan poderosa ni tan serena.

Hoy cumplo 31 y quiero mis regalos:
- que quienes se asoman silenciosos, me feliciten y me digan el porqué de su silencio.
- que me digas cuándo.
- que vengas a verme.
- que haya tiempo para los cafés, la entrega, la risa, el beso, el abrazo y la piel.

Y, bueno. La lista de los libros ya la entregaré a quien corresponda, pero, oye, si cae alguna vez, hay una cosa que me haría muchísima ilusión. Sí. Puede parecer raro, pero siempre me gustaron las espadas y siempre me gustó más Aragorn cuando era Strider.

Y también:
- alguna canción.
- un poema.
- una mirada.
- una excitación lenta.
- que me escribas.
- y que me digas que me quieres.

lunes, 25 de junio de 2007

Christina

Ha venido Arwen (y Suntzu debería haber venido también). No es una quedada bloggera: nos conocemos las tres desde hace trece años, aunque algunas nos conozcamos más que otras. Un calor asfixiante, la alegría de presentarle a tus amigos (me gusta que mis amigos se pongan cara: hablo mucho a los unos de los otros y se pierden), de que compartan un café, de que se reconozcan. Pero, qué curioso, lo que me ha traído el pasado al presente de golpe, los 18 años y los casi 31 a la vez, ha sido una cinta de cassette. Ella no canta bien, pero a mí me gusta. Me gusta por lo que me recuerda. Me gusta por su cuñado, cuyas poesías también me gustan (Benjamín Prado, se llama) y me gustaba mucho más que su pareja, ahora ex pareja, Ray Loriga, al que leía alguno de mis amigos de la Facultad y al que yo leí una mañana en un par de horas después de una noche de resaca para quedarme asombradita de lo mal que escribe el tío. Y me gusta porque no tiene voz, pero me gusta lo que dice. Y porque no me había dado cuenta hasta este fin de semana, después de trece años, pero me recuerda a Arwen.


Y porque el día que yo fui feliz nadie tocaba el violín y tampoco me di cuenta y porque también me apetece, a ratos, alguien que cuide de mí.

Los bolsos

Arwen, que ha venido a verme el fin de semana, me ha pedido tres o cuatro veces que haga el meme del bolso. Sus deseos son órdenes, así que lo respondo.


¿Qué llevo en el bolso?

  • Las gafas de sol.

  • Las llaves de mis dos casas.

  • Pañuelos (no siempre: se me olvidan).

  • El monedero y la cartera.

  • Algún cacao de labios o vaselina que nunca uso.

  • Un neceser con cepillo de dientes y tampones.

  • Ibuprofeno.

  • Tabaco y mecheros.

  • Los móviles (dos: el mío y el de la empresa).

  • Cuaderno y bolígrafo, para las esperas.


  • Algunas de las cosas se me olvidan. Las que no se me olvidan son las llaves, los móviles y el dinero. El tabaco tampoco.

    Comencé a usar bolso tardíamente. Antes me bastaba con los bolsillos de los pantalones, hasta que no sé quién me convenció de que eso no era femenino. Me encantaría hacer un debate sobre la femineidad, pero de toda la gente que se asoma a este blog, sólo me responden tres o cuatro... y ya sé su opinión sobre este tema.

    En uno de los bolsos que más uso ahora aparece Jack Skelleton. De ahí la imagen.

    viernes, 22 de junio de 2007

    Tengo que ir a Misa

    -No puedo quedar a comer: tengo que ir a Misa.

    Lo dijo Kois, que significa "pez" en japonés, y que es un apodo heredado de su abuelo. Nosotras no fuimos. Nosotras somos Nerea y yo. Nerea sale con Kois. Nerea y yo nos conocimos en una Pascua, celebrando la Semana Santa, en marzo de 1994. Perdimos la fe al mismo tiempo, pero nos quedó algo. A ella, la conciencia que le hace ser una militante activista de movimientos sociales en Madrid. A ambas, el sentimiento íntimo de comunidad que sólo surge con alguna gente; cierto sentido de trascendencia; el cariño que sentimos hacia ciertas figuras (curioso: la mayoría, jesuitas, por qué será...): Monseñor Romero, Ignacio Ellacuría, Pedro Casaldáliga, Leonardo Boff, Jon Sobrino, el Padre Arrupe, Uta Ranke-Heinemann. Alguno excomulgado, otros llamados al orden, una y mil veces. A estos nombres se unen otros tres: Javier Baeza, Enrique de Castro y Pepe Díaz. Son curas. Trabajan en la parroquia de San Carlos Borromeo, de Madrid. Y el día que Kois tenía que ir a Misa, una Misa que duró tres horas, venía el gran jefe. El señor Rouco Varela en persona. El que está aquí arriba, fumando, es Enrique.

    Misa, manifestación por la vivienda, cena en Vallecas, porque a Kois le hacía mucha ilusión llevarme a Vallecas y charla. Kois habla siempre muy pausado, argumenta mucho, es radical, se ríe, pero pocas veces le he visto con ese brillo en los ojos y esa pasión hablando de Enrique de Castro. Cenábamos con ateos que dicen que Enrique, Javier y Pepe son sus curas y que San Carlos Borromeo es su parroquia. Que en la Misa, muchas madres hablaron de sus hijos, drogadictos; que los musulmanes le dijeron a Rouco (hay 180 personas empadronadas en la parroquia) que ellos creían en Alá, pero que un sacerdote cristiano, católico, les había ayudado; que vino gente de todas las redes sociales que tienen contacto con ellos y que alguien pidió perdón, de parte de la Iglesia, a las mujeres, a los gays y lesbianas, a los pobres.

    Hoy me he tomado un café leyendo a Jon Sobrino, una entrevista que publica el diario El País. Y me acuerdo de un párrafo de la carta que le escribió a Kolvenbach, a su general: "Si me permite hablarle con total sinceridad, no me siento “en casa” en ese mundo de curias, diplomacias, cálculos, poder, etc. Estar alejado de “ese mundo”, aunque yo no lo haya buscado, no me produce angustia. Si me entiende bien, hasta me produce alivio".

    Los movimientos sociales surgieron de los cristianos de base. Por eso me hace gracia cuando algún niñato (porque suelen ser niñatos) alternativillo se pone a criticar a los curas, sin tener ni idea de dónde viene el germen de lo que él cree. También me hace gracia que me pregunten si soy religiosa cuando digo que dos de mis poetas favoritos son San Juan y Sor Juana Inés (de la Cruz). La estrechez de miras. La absoluta verdad que el que no cree en Dios cree poseer, cuando lo suyo no es más que otra creencia...

    Ésta es la voz de Javier Baeza, uno de esos curas. Si queréis firmar, podéis hacerlo aquí.

    lunes, 18 de junio de 2007

    Hoy he visto esto


    Una maravilla.
    Mis tripas todavía están rugiendo.
    Puro Fincher.
    Así que, nenas mías, menos Piratas del Caribe 3 y más cine.

    Vale, vale. Ya. Lo admito. Mi piel ruge. Si llegan a salir también James Spader, Willem Dafoe y George Clooney, rugiría más aún.

    Pero es que están estos dos. Lo digo en mi descargo.


    Está Elias Koteas, el segundo en mi ranking de morbo (el primero es el Dafoe, indiscutible, desde que puedo recordar, y se morirá siendo el primero) desde que lo vi en aquel Crash, de Cronenberg. Qué 46 años, Dios.



    Sí, lo sé. A la mayoría de las mujeres de mi edad, quien les pone es Brad Pitt. O saldrían del cine queriendo ir a la cama de Jake Gyllenhaall. Yo lo asumo. Mi concepto de belleza es un tanto extraño.


    Y está Robert Downey Jr., al que siempre es un lujazo ver, aunque en estas versiones dobladas que tenemos la desgracia de sufrir nos priven de una de las voces más hermosas del mundo. Deja de drogarte y actúa y canta, niño, que es lo que sabes hacer...



    Id a verla. Es una orden.

    domingo, 17 de junio de 2007

    Paul Potts y Connie

    No me gustaban los vídeos. Pretendía no colgar vídeos en el blog, pero es que no me puedo resistir... Esta mañana le contaba a mi hermano que había un tipo, en el Factor X inglés que se había presentado al casting para cantar el Nessun Dorma del Turandot de Puccini. Paul Potts se llama y canta así:




    Hermano mayor, que según mi tío Juan (que habla tan gráficamente como sigue) "comienza a cantar en do mayor como quien se rasca la punta de la polla", se ha pasado toda la mañana regalándome el Nessun Dorma y Los cuentos de Hoffmann, que es mi ópera favorita y, cuando hemos llegado a casa de mi padre, les he puesto el vídeo, todos con la piel de gallina, mi padre cantando el Nessun Dorma también y lección de música sobre cómo canta los bajos una cría de seis años que se llama Connie y cuyo Over the rainbow les dejo aquí abajo...



    Y en España, el más famoso, el Ponte el cinturón. Si ej que...

    Ocho

    Recojo el testigo de Suntzu, que es demasiado buena como para pedirlo directamente y... Tengo que escribir ocho cosas sobre mí, pasárselo a ocho personas (que no lo paso, que cada cual haga lo que crea conveniente).


    Escribo.- Menuda novedad. Escribo desde que puedo recordar y porque siempre lo he hecho, desde que aprendí a empuñar un bolígrafo. Por ninguna otra razón. Si no escribo, no vivo. Hay etapas de mi vida completamente en blanco porque me quedé seca, por trabajos horrendos o por ciudades que se me hacían más horrendas aún. Escribo donde me pille, pero me gustan especialmente los bares. Todo el mundo observa, los hay que se acercan y siempre tengo la misma respuesta preparada para lo que preguntan, que siempre son un qué haces (escribir, gilipollas, no lo ves) y un por qué: me ahorra dinero en psicólogos.

    Odio las distancias.- Antes pensaba que estaba acostumbrada, me he pasado media vida haciendo amigos con fecha de caducidad, media vida cansada de contar las mismas cosas y media vida dándome brutalmente o de a poquito. Pero, desde hace tres o cuatro años, cada vez que me despido, me jode. Me jode: no hay otra palabra: me jode no poder pasear con Nerea por Madrid, perderme mil detalles de la vida de Maricarmen, no ver a Pupe más que los fines de semana y andar a trompicones pensando que hace años que no me tomo un café con Jandro y que no ceno con Ángel ni camino por Granada de noche hablando y hablando y hablando...

    Soy irritable.- Mucho. Y lo peor que se puede hacer cuando estoy irritable es intentar hablar conmigo. Suelo avisarlo, pero no hacen caso. Y me vuelvo la persona más desagradable del mundo.

    Hablo mucho.- Pero digo poco. Las frases que mejor lo definen son dos: una, al principio de conocerme: "Es que tú lo cuentas todo". Otra, cuando han pasado cuatro o cinco meses: "Es que tú no cuentas nada". Cuento lo contable. Lo no contable lo saben unas pocas personas y, desde hace algún tiempo, me cansé de oírme narrar las mismas cosas, los tres o cuatro aspectos de mi vida por los que se podría llegar a conocer cómo funciono. Así que ya no los cuento: no es afán de ocultarme: es cansancio.

    Me gustan los libros.- Como a Suntzu, me gusta el olor de los libros nuevos, la tinta, el papel amarillo de mis libros viejos. Releo y releo, hay párrafos que me sé de memoria, mil poemas que me sé de memoria; cuando llego a una casa, me hago una idea de quién vive ahí por lo que hay en las estanterías; no creo que conozco realmente a nadie hasta que no leo algo que haya escrito; y, sin embargo, huyo como de la peste de las charlas literarias: me pone nerviosa la gente que intenta demostrarme lo que ha leído, lo bien que escribe o sus conocimientos teóricos. Puedo volverme también terriblemente desagradable: lo controlo, de verdad que lo controlo, pero me entran unas ganas de dar por culo...
    Comprendo hasta lo incomprensible.- Soy empática. Eso no significa que no haya mil comportamientos ajenos a lo largo del día que me parezcan absurdos del todo. Incluso míos, a veces.

    Soy primaria.- No pienso, voy como un caballo desbocado y sólo después me siento completamente ridícula... y el ridículo me dura días. Llámenlo ser primaria, pasional, visceral o comportarse como un elefante en una cacharrería: el resultado es el mismo. En todos los aspectos de la vida. Preferiría que el laboral se librara de esto, pero no se libra. Una pena.

    Quiero tomarme un café con alguna gente a la que no conoceré nunca.- Y esto no merece más comentario que esa frase. Quiero tomarme un café con alguna gente a la que no conoceré nunca.

    miércoles, 13 de junio de 2007

    Parece que aún fue ayer

    Su casa fue, durante años, mi refugio favorito, café y cartas contra las tormentas, una bata gris, un gato fiel y cariñoso, Carmelo y yo abrazados mientras Josemari nos leía un poema de David en la cocina, charlas de Historia, revoluciones varias, muchos libros, spaguetti y vino dulce, cerveza, fútbol y un colchón o un sofá en el que quedarse. Tiempo después, mucho tiempo después de que acabara todo eso, me detuve allí, calle Orden de Malta número 7, un día de lluvia que me puse a caminar sin rumbo por Sevilla, porque al final son los pies los que manejan ciertos recuerdos, y vi luz en las ventanas y regresé para escribirlo.

    Más tarde, bastante más tarde, hicimos un viaje de siete horas para ir a un pueblo de Alicante, meternos en una iglesia y escuchar la Misa de boda más hermosa de cuantas he oído. Su padre nos reservó los primeros asientos, a los amigos, hubo fuegos artificiales y tracas, salieron del templo al compás del himno del Barça, nos emborrachamos como cubas en los entrantes y cantamos, como siempre, Te doy una canción y Yo me quedo en Sevilla. Ese día lloré a Dani lo que no pude llorarle cuando murió: le lloré en las ofrendas de la Eucaristía, mientras el padre de Carmelo me miraba, y le lloré cuando cortaron la tarta, abrazada a Julia, porque esa boda tuvo una ausencia por encima de todas las ausencias y porque recuerdo como ayer la cara, las expresiones y las palabras de ese tipo guapo, guapísimo, cariñoso y contundente, que me guió despacito porque me hizo confiar en su criterio como en el de nadie después. Si lo dice el Dani, es cierto. Si el Dani lo dice, tiene razón. Porque el Dani no dice nunca nada gratuito.


    Ella también había llegado antes, porque era amiga de Karmen desde hacía quince años, con su dulzura, sus ojos brillantes, su entusiasmo, su generosidad, su compromiso y su entrega. Llegó con la risa, porque Mary es aire fresco, y al final acabo contándole a ella lo que no le cuento a él y viceversa. Llevan juntos desde hace ya ni sé, pero estuvimos en el principio y seguimos estando a trompicones, Almería, Sevilla, Badajoz, como podemos.


    Ahora ella camina con un cuerpo cambiado que son dos cuerpos, una barriga que veré en fotos y ninguna molestia de más. Él se pregunta si serán capaces, o cómo serán capaces. Y yo todavía no me lo creo, y llamo a Maricarmen para comentarlo. Para compartir la alegría y el vértigo.


    Han pasado trece años y parece que aún fue ayer...

    domingo, 10 de junio de 2007

    Preguntas



    ¿Cómo se cambia el carácter? ¿Puede uno sustraerse a los complejos y los espejos? ¿Podemos dejar de reflejarnos en la madre? ¿Es una decisión legítima o pura supervivencia psicológica dejarlo por imposible? ¿Qué clase de relaciones de control hay dentro de casa? ¿Con qué derecho juzgamos lo que le ocurre a los demás? ¿Deberíamos decírselo? ¿Alguna vez desaparece el complejo de culpa? ¿Qué realidad es la que vemos? ¿Cómo afecta a los otros esa realidad? ¿Qué señales emitimos? ¿Qué imagen proyectamos? ¿Qué miedo nos hace callar? ¿Qué conocemos de quienes comparten la sangre nuestra? ¿Podremos acercarnos algún día? ¿Sería posible que no nos afectara? ¿Que el amor que, al fin, tenemos no nos afectara?

    sábado, 9 de junio de 2007

    Antes y ahora




    viernes, 8 de junio de 2007

    Como dos extraños

    Me es extraño volver a los lugares en los que he vivido, recordar la clase de persona que habitó en ellos, mirar ciertos ojos, volver a abrazar algunos cuerpos y, sobre todo, sonreír a alguien que fue mi amigo, sin verle extraño porque soy más fuerte y puedo soportar, y tragarme sin que se note, que él me vea extraña a mí.

    Hubo ciertos ritos que no volverán a cumplirse jamás. Con él aprendí que las intuiciones siempre tienen razón: que lo conocí, que lo conozco, más de lo que nadie lo hará nunca. Que a veces los que están dentro de la historia saben más que quienes observan de lejos. Que no recuperaré, porque ya no hay tiempo, ninguna charla hasta las siete de la mañana, ningún café a deshora, ningún baile borracho, ninguna risa. No vendrán las horas que salíamos y nos apartábamos de los demás para seguir hablando, y me buscaba, y le buscaba y le contaba lo que pocas veces he podido contarle a nadie, y me contaba lo que nunca volverá a contar porque su miedo es más fuerte que sus ganas y el mío pudo demostrarle lo importante que era, lo importante que querría que siguiera siendo, lo que disfrutaba hablando con ese tipo observador, penetrante y lúcido... pero me impidió decirle que le quería.


    Es irónico. Yo, que reivindico el tacto por encima de todas las cosas; que beso en la boca cuando me apetece y a quien antes me besó primero; que necesito pieles cálidas a mi lado y apresar una mano y rodear un hombro. Yo, que no he vuelto a abrirme a nadie tanto como lo hice con él, que no he vuelto a confiar en nadie extraño desde que me fui, que no he vuelto a mostrarme entera de ese modo, tan calmado, tan directo, ésta soy yo, esto soy yo y ya no hay traumas... Yo, después de narrarle lo que se dijo pocas veces, después de saber que ya no voy a volver a decirlo, después de darme entera, de fiarme y confiar... yo, decía, y eso es lo irónico...


    ...nunca fui capaz de darle un abrazo.

    miércoles, 6 de junio de 2007

    Fácil

    Siempre ha sido guapa. Inmensamente guapa, por dentro y por fuera, pero ahora lo está. No importa el tiempo que haya pasado desde mi última vez: en todas me parecerá que fue ayer cuando me pasé por la pelu después del trabajo para ir a La Serrana a tomar una cerveza. Es feliz y lo dice y se ríe y a mí me encanta verla, mirarle los ojos más brillantes que el mundo, escucharla contar, conocer que es posible, después de tanta zozobra, desaparecer el miedo y que desnudarse resulte tan fácil.

    Hablé con él un rato, porque hay un él con una voz divertidísima, y casi sin creerlo aún, para darle las gracias. Un él con quien resultó también sencillo hablar y que suscita mil preguntas, las dos quitándonos la palabra de la boca, como dos adolescentes, para apresar esta historia que comienza. Es todo muy fácil, me decía: ser yo es muy fácil.

    Ella es muchas cosas. Es la madre de mi hermanito, para empezar, un tiarrón guapísimo con la cabeza bien puesta sobre los hombros. Y una casa abierta a todas horas y una cama caliente y un cuerpo generoso y una mente inteligente y lúcida. Sirve para el juego y para el debate, para la paz y la alegría, para el canto, la belleza y la dulzura. Ahora para la pasión, el amor y el descubrimiento de la piel. Y la entrega, y la calma. Para ir construyendo algo que no cuesta ningún esfuerzo, porque no ha de costar ningún esfuerzo. Para sentirlo todo, de nuevo, una y otra vez. Para caminar, despacito, todos los comienzos del mundo.

    No sé si se lo he dicho alguna vez, pero la quiero con locura.


    Cuadro: La danza de los amantes, de Jacqueline Klein.

    sábado, 2 de junio de 2007

    El papel blanco duro espejo

    El papel blanco duro espejo sólo devuelve eso que fuiste. El papel blanco habla con tu voz, tu propia voz, no aquélla que te gusta, tu música en la vida esa que derrochaste. Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas, si te clavas a esa cosa indiferente que te lanza atrás ahí donde empezaste. Viajaste, muchas lunas viste, muchos soles, tocaste muertos y vivos, sentiste el dolor del bravo mozo y el gemido de la mujer, la amargura del niño inmaduro, cuanto has sentido se derrumba sin sustento si a este vacío no te fías. Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido, el brote de la juventud, el justo naufragio de la edad. Tu vida en cuanto diste, este vacío es cuanto diste, el blanco papel.

    Yorgos Seferis

    viernes, 1 de junio de 2007

    Hablar, o no hablar, de según qué

    Cuando tenía 17 años, me copiaba párrafos enteros de libros de Cioran, de Kandinsky o de Van Gogh. Les daba vueltas, los criticaba, pedía opiniones, me pintaba dibujos sobre poemas de Benedetti y nombraba a algunos clásicos como si fueran viejos amigos. Salvo escribiendo, no la he escuchado nunca hablar de libros. Ella a mí tampoco, nos basta con pasear por la Cuesta Moyano y señalar títulos y coger alguno entre las manos y buscar a Cocteau sin resultado (¡hey! ¡esto es un blog! ¿alguien puede venderme Opio?), comprar El Don Apacible, marearnos y beber vino y leernos poemas. Es casi la única persona que conoce la relación que mantengo con libros y escritura. A los demás no podría. No puedo explicárselo, ni explicarme, ni contar lo íntimo de mis recuerdos literarios sin perder el discurso y sentirme imbécil. Y total, me digo, para qué los vas a contar. Para qué si hay quien juzga tus lecturas, y lo que tú eres, sólo por los tres, cuatro autores que hayas podido nombrar de pasada, porque son tostones, porque venden mucho, porque murieron hace siglos, porque son traducidos o porque escriben literatura fantástica o de aventuras. No estoy para esos trotes: no tengo edad, ni salud. Por eso lo evito. Debería hacer como ella: callar y luego contármelo, contárselo. El otro día me preguntaron cómo había comenzado a leer. Eso forma parte de la historia familiar, porque mi primer recuerdo literario no es mío y no lo cuento. ¿Qué podría decir? ¿Qué, de lo que siguió después, de lo que sigue todavía? Y, sobre todo... ¿para qué? ¿qué ganan los demás?