Y no sé si he sido buena o no he sido buena. Pero han llegado cargaditos...
Unos pendientes preciosos, negros, elegantes; un collar, un bolso gris con flores bordadas (nada cursi, muy bonito. Lo digo por lo de las flores); calcetines para estar en casa calentita y para salir a la calle a cambio de la manta, el disco de María Malibrán, de Cecilia Bartolli y una espada. Una espada preciosa de cuando Aragorn no era rey sino montaraz y andaba por los bosques. Lo que no sé es cómo colgarla en qué trozo de pared de mi cuarto...
Vertigo, el mismo
Vertigo de
DXC, un tipo culto, inteligente, irónico y asombroso, me mandó por correo
El segundo sexo, de
Simone de Beauvoir. Nunca se lo agradeceré lo suficiente: ni la confianza, ni el detalle, ni ese estar pendiente ni lo que me hace aprender cada vez que le leo. Pero ha habido más libros: de
Dumas -
Los tres mosqueteros, Veinte años después, El Caballero Héctor de Saint-Hermine-; de
Dickens -
Cuentos de Navidad, Casa desolada, Los papeles póstumos del Club Pickwick-; de
Umberto Eco -
Historia de la fealdad-; de
Robert Louis Stevenson -
La hechicera y otros cuentos; Historias escocesas-; de
Sor Juana Inés de la Cruz y una antología de poesía andalusí y otra de
Francisco de Quevedo y dos poemarios de
Juan Gelman -
Sidney West y otros poemas y
Anunciaciones-. Y
La Aventura de los Polos. E
Historia Mundial del Arte -un tochazo impresionante y buenísimo-;
Historia del Arte en España; e
Historia del Arte Celta (es que me ocupo de cultura en mi área de trabajo y tengo unas lagunas digamos que inmensas, por ser fina);
Tumbas, de
Cesc Noteboom;
El mal absoluto, de
Pietro Citate y
África Negra, que recoge las tribus de África, con textos y fotos. Y
La Conquista de los Polos. Y un atril para libros bonitos. Y cien eurazos que me servirán pamicuerpo. Es decir, que no me lo voy a gastar en necesidades primarias.
Y por fin, después de quererlo durante no sé cuántos años, el Diccionario de la señora doña María Moliner.