lunes, 21 de mayo de 2007

¿?

Podría ser oscura, pero ya no me apetece. Prefiero la ingenuidad, la inocencia y la palabra. Aprendí a vencer el miedo yendo hacia adelante, sin pensar. Con la misma confianza, con la misma incosciencia, con que me subía al coche de Ángel, que había aprendido a conducir en un día y que no tenía carnet, para bajar a Aguadú por una carretera llena de curvas cerradas por la que sólo él se atrevía a ir de noche. El miedo permanece, pero no se nota. Los demás no lo notan. Al final, disfrutas. Te acercas, hablas, descubres, atacas. Siempre me ha resultado incomprensible la manera en que se tejen las relaciones: los pequeños trozos que vamos mostrando de nosotros, los que nos muestran, los nuevos datos que se van uniendo para conformar la imagen. lo que se intuye, la tranquilidad de encontrarte unos ojos conocidos, un cuerpo, unos brazos. Qué hace que alguien te guste en el primer momento y, sobre todo, por qué resorte hay personas con las que resulta tan fácil. Cómo surge, qué lo hace estallar. He intentado analizarlo muchas veces: la primera conversación, las primeras dos horas que pasas en un messenger y que luego se transforman en charlas diarias, la primera confidencia. Nunca he sabido qué nos impulsa a darnos, porque la comodidad no me lo explica. No me explica del todo -y quizá ninguna teoría lo haga- qué hace desaparecer el miedo.

4 comentarios:

Suntzu dijo...

Son unas buenas preguntas. A mí me pasa lo mismo este año, por ejemplo, con mis compañeros de coche. Me angustiaba tener que pasar tres horas diarias en un coche con gente a la que no conocía de nada. Sobre todo teniendo en cuenta que yo no soy muy habladora al principio (bueno, no soy muy habladora y punto). Y sin embargo, no sé por qué, me ha resultado todo extraordinariamente fácil. Nada de barreras, de muros, de tapujos. Puedo ser yo, y es maravilloso. Y sencillo.
Por eso no creo en los esfuerzos a priori para conocer a la gente. Las relaciones fluyen o no. Es cuestión de dejarse llevar.
Pero como dices, es muy curioso. Hay gente a la que conozco desde hace más tiempo y no he compartido con esas personas ni la cuarta parte de lo que comparto con Ángel (coincidencia) y Luis.
Ni yo misma lo entiendo...
¿?

Anónimo dijo...

Muy sugerente la reflexión. Experienca compartida, por humana. Y que suerte que rompamos las barreras (porque las hay, o eso creo) para darnos al otro, haciendo de la amistad territorio común, lugar donde no podemos estar sino desnudos, con todo el riesgo que eso conlleva, pero también con una riqueza inmensa de sorpresas.
Gracias

Isabel Sira dijo...

Yo hablo por los codos, hablo yo y la gente me cuenta. De siempre. Se me acercan en la calle personas mayores, me hablan los de al lado del autobús, banco, cola,...Yo los escucho, a veces sólo quieren eso, que alguien los escucho. Los escucho porque a mí también me gusta que me escuchen, porque sé cómo te hace sentir.
Y luego, algunas veces, descubro nuevas personas, me descubren a mí y surge la amistad. No sé por qué, no sé qué nos hace apegarnos más a unos que a otros, pero, afortunadamente, somos seres sociales.

UnaExcusa dijo...

Gracias a los tres.
Javi... bienvenido (hay muchos Javis en mi vida: ni siquiera sé si tú eres uno de ellos...)