miércoles, 9 de noviembre de 2005

Para cuando lo veas

Para que sepas que te quiero.
Que me acuerdo de ti.
Que echo de menos tu olor.
Que tengo en la mesa del salón tu escultura de la igualdad entre hombre y mujer y que cada día me gusta más, aunque le tenga que explicar a todo el mundo qué significan esos dos troncos.
Que quiero comer burritos y guacamole contigo, en la terraza del Amanecer, para variar, y hablar hablar hablar, "madrugadas sin ir a dormir / es distinto sin ti / muy distinto sin ti", como canta Silvio Rodríguez.
Que quiero que me cuentes y verte crecer, porque cada día creces más y cada día creces mejor y te haces más sabio, más cariñoso, más empático, más lindo.
Que quiero caminar contigo de la mano, aunque no te guste nada, y que me rehuyas bromeando los primeros abrazos.
Y que me hagas reír como sólo tú sabes y que nos bebamos todos los cafés del mundo.
Y que me hables de la tensión sexual que se tiene con las personas que quieres, que sólo se salva con palabras y con gestos contundentes, como los que tú has aprendido.
Y que me introduzcas en el mundo del arte y me muestres todos los cuadros, incluso los que no se han pintado. Y las páginas de diseño y los programas, las fotos de noches de fiesta y risas.

Porque me asombras cuando te leo, cada vez más, y me asombras cuando hablo contigo. Y me asombro yo, de mí misma, cuando me descubro, algún día, sin venir a cuento, echándote de menos brutalmente, queriendo caminar por el Paseo de los Tristes y dar vueltas y más vueltas y reírme de mí y de mis historias...
Recuerdo que, hace ... ¿cuántos años hace, Ángel?... Se me desdibujan las fechas... pero en el 2000 estaba yo en El Faro, así que debió de ser por aquella época... Recuerdo que hace cinco años, algo más, un compañero de trabajo me llevó a casa en coche. Él tenía novia y me habló de su novia y de la desconfianza. De que los amigos no eran amigos, de que al final la gente te fallaba. Mi experiencia no era ésa (aunque claro que la gente me ha fallado. Como a todos) y dimos diez rodeos más o veinte, hablando de la amistad, la lealtad, la confianza suprema, el llegar y ver a alguien y pensar que estás en casa. Y me gustó ese niño que me hablaba con voz serena y se reía y se quedaba cortado cuando buceaba algo más.
Cinco años después me sigue gustando mucho. Me sigue gustando porque sé que yo le gusto a él, pero no sólo por esa razón. Y bueno... Quizá algunas de sus relaciones sí han resultado frustradas, pero también sé, porque lo he vivido a su lado, que desde hace cinco años, han cambiado muchas cosas en su vida. Entre ellas, el propio concepto de amistad. Yo formo parte de él (de su concepto de amistad y de su vida: así de contundentemente, sí) pero también otra gente. Y... Bueno. Que sigue serenando, para empezar. Sigue fortaleciendo autoestimas maltrechas. Sigue haciendo reír. Sigue estando y sigue creciendo. Y qué manera de crecer, Dios. Qué cabeza y qué apertura y qué intimidad y qué...No sé qué es la felicidad. No sé qué es la felicidad plena, vale. Todos los días de todas las semanas de todos los meses de todos los años. Que, por cierto, decía Goethe que no se soporta bien... Lo que sí sé es que, durante muchos días, con él, he sido feliz.

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