viernes, 29 de septiembre de 2006

Madrid V

Esta ciudad me cabrea y me enamora a partes iguales. Ya no es la promesa no resuelta, el lugar en el que debería vivir, sino las calles a las que vuelvo, al menos una vez al año, para caminarlas con cuatro o cinco personas. Para recordar lo que soy, lo que quiero, el camino que sigo. Para calmar y para sentir.

A pesar de la gente, del ruido, de los semáforos que no dan tiempo a cruzar la calle, de las escaleras mecánicas por las que todo el mundo corre, de la prisa, el estrés, la individualidad exacerbada, el anonimato. Esta ciudad estruendosa y loca también es mi casa, también es mía, aunque la pise con tanta premura como los que viven allí y como los que también la odian y la aman sin decidirse nunca por un sentimiento u otro.

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