¿Feliz año?
Todo se soporta en la vida, con la excepción de muchos días de continua felicidad. Eso decía Goethe, que era bastante más listo que yo, así que no sé si desearos feliz año. O no enteramente feliz año. Pero tampoco muchas tristezas, que no tenemos ya salud ni edad para las pérdidas, sean del tipo que sean aunque sucedan por una ley de vida de las que no sabemos nada. 
Hace algún tiempo, vi en una librería magnífica de Mérida (la San Francisco) unos cuadernos con títulos tan sugerentes como "Cosas de mi pasado que prometiste no remover" o "Promesas que nunca cumpliste". Yo siempre me hago el mismo propósito para comenzar el año, pero nunca lo cumplo, o lo cumplo sólo unos meses. Me valdría un renglón de la libreta, porque ya no quiero cambiar nada. Soy así de caótica y he aprendido a que me gusten el caos, la irritabilidad y la desidia y la pereza.
Lo del tiempo es una convención, dicen: como vestirse, como visitar a la familia, como quedar con los amigos, como el lenguaje. Acaba un año que ha sido muy bueno. La mayoría de los días he sido feliz y he sido consciente de que era feliz en ese preciso instante y no cuando el momento es ya un recuerdo muy lejano. Me he reído mucho. He descubierto la comida japonesa (y me encanta). He tomado conciencia de estar sola.
Sería bueno poder trazar una línea y que los hechos no se movieran de ahí. 
Virgencita que me quede como estoy.

 















 























Eso también se aprende, algún día. Que eres inútil. Llevo 64 clases encima, una detrás de otra, he conducido fumando, escuchando música, hablando y sin ver porque el sol o la lluvia no me dejaban. He llevado el coche durante una hora con una sola mano porque la otra tenía que usarla para no deslumbrarme. Aparco en una caja de cerillas, lo clavo a la primera, rapidísimo, a pesar de que mi profesor me dice siempre que vaya más lento y no suelte tanto embrague. En 64 clases se me habrá calado el coche diez veces, tres de ellas en los exámenes, por supuesto. Si me descuido, me pongo en autovía a 140 kilómetros por hora y más y no lo noto. Me parece que el coche va lento. Soy capaz de pegarme a la derecha si pasa un camión y, aunque me digan que no circule, que no voy a entrar, yo sigo circulando y entro y no me choco. Me he vuelto experta en esquivar coches aparcados en curvas sin visibilidad con la puerta abierta porque el conductor está revisando papeles o hablando por teléfono.



