La donna è mobile
Eso decía una mañana un amigo mío. Así que, mediante la intersección de dos amigos, he cambiado de idea. UnaExcusa no se hace privado. Pero no volveré a escribir más. Aquí, digo.
Gracias a todos. O a casi todos, por todo el tiempo.
Eso decía una mañana un amigo mío. Así que, mediante la intersección de dos amigos, he cambiado de idea. UnaExcusa no se hace privado. Pero no volveré a escribir más. Aquí, digo.
a
14:02
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Memorias:
Yo
Hacía tiempo que me rondaba la cabeza, también a mí, pero tampoco me decidí a  hacerlo nunca. Y tengo hoy buenas razones para hacerlo.
Una, que la amistad es un animal que muerde cuando ha muerto, como dijo no me acuerdo quién, y yo me cansé de morder.
Dos, que desde que perdí el anonimato maravilloso de la red, no escribo de lo que me apetece o tengo en la cabeza la puta paranoia de que soy, más o menos, un medio personaje público en una comunidad autónoma que es un patio de vecinos. Que no sé quién mandó a no sé quiénes a publicar mi nombre y apellidos y enlazar mi blog así, a descubierto. Que una cosa es mi trabajo y otras mis desequilibrios. Y que a mí la escritura me sirve de terapia y que esto nació para que me espiaran los colegas que están lejos y no por motivos "profesionales" o de "publicidad", que me la traen un poco al pairo porque no tengo ambición ninguna más que divertirme todos los días con lo que hago.
Así que, como Doodd es más prudente que yo, le copio la idea. El jueves 07 de febrero se hará privado esto. Y mira, así me evito los trolls y la visita del Xtro que cada vez que puede me dice que soy una egocéntrica frívola. Eso que gano. Yo gano en tranquilidad y él se queda sin juguete.
No me sé los correos de todos, así que me escribís, si gustáis, a olgagordi@gmail.com y yo os doy acceso. A la gente de DXC ya les mandaré instrucciones varias que no voy a publicar aquí. Hace falta una cuenta Google, que ahora son públicas, así que no hay mucho problema.
Los comentarios los tienen abiertos, para lo que gusten. Ah, no me habléis de la libertad y de los espacios de libertad y esas cosas. Que soy mayorcita.
a
17:00
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Memorias:
Yo
Quiero que me cuentes un cuento antes de dormir. Que tu ombligo se confunda con mi espalda, que te arrebujes entre las sábanas y comiences a hablar despacito, hasta que yo me duerma, si es que duermo. Uno con final feliz y principio alegre, en el que se mezclen la conversación, la risa, esa intimidad que se logra a veces con un desconocido, el sentimiento de abandono que se produce cuando se le cuenta a alguien lo que nunca antes habías querido decir.
Invéntate un cuento, anda. Invéntate un cuento con mucha nieve y viajes solitarios y una pizca de pasión y de torpeza. Porque no dejamos de ser torpes nunca. Somos torpes en relaciones en las que querríamos parecer perfectos y no hacemos más que transmitir lo peor de nosotros mismos. Somos torpes en el trabajo, que a veces es una ciénaga, y en el resto de las parcelas de la vida, porque ninguna supone un remanso de paz completo. Dame un abrazo, uno fuerte, templa mis cosquillas, procura ver la manera en que te escucho, esa manía tan rara de esperarte, todo lo que no puedo decir por incapacidad y por vergüenza y el alma que se me escapó porque no creo que exista.
Cuéntame un cuento. Uno que abarque todos los yoes que eres.
Imagen de Vanesa Pérez Millón.
a
18:28
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Memorias:
Yo
Tiene mil piercings en la cara, un tatuaje en el que pone Yoknapatawpha y a Rulfo y Lobo Antunes metidos en la entraña. Hace 33 años que camina por el mundo, piensa que la vida es lo único importante, pero sólo habla de la muerte. Y habla de hechos íntimos también -la despedida definitiva de un padre, el nacimiento de un niño- con la calma que da el saber que los sucesos se conocen. Demostró, hace poco, que, en cuestión de literatura, si no sales en El País, no eres nadie, pese a que lleves once años publicando. Me dice que no se puede explicar el amor: ni siquiera el que profesa, a base de palabras, por alguien que pintó el Sur de Estados Unidos y que a él le recuerda al Alentejo. Me dice también que el dolor es incontable, en sentido estricto, y que no puede haber pudor alguno en narrar lo que todo el mundo siente, ha sentido o sentirá. "Yo sólo soy un hombre". A mí me lo mostró, y me lo tradujo, Sonia, en aquel tiempo en que todo el amor del mundo no fue suficiente. Ayer estuve un rato con él. Y se me olvidó pedirle un poema.
Imagen de Adriana Freire.
a
18:24
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Memorias:
José Luís Peixoto,
Yo
a
18:08
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Memorias:
Ángel González,
Yo
Leo contra el tiempo y a veces no sé muy bien por qué. No podría dar ninguna  explicación: sé cómo empecé -tengo una madre que compraba libros y cómics cuando  enfermábamos- pero no podría decir qué lecturas me llevaron a otras, por qué voy  buscando todos los libros de Dickens que puedo y por qué me atraen títulos  extraños. Cada vez apunto más nombres en la lista de autores que me quedan  (Proust, Stendhal, Goethe, Chateaubriand, Milton, Schiller, McCarthy, Pynchon,  O'Connor). También apunto películas, cuadros, ciudades, calles, museos. Voy  andando a tientas, saltando de un lugar a otro, asombrándome por la manera que  algunos tienen de juntar las palabras, de estructurar una historia, de lograr la  lágrima y la risa, la expectación, una gota de sudor o la excitación más animal.  Quiero ir a Londres sólo para buscar ciertos barrios y para constatar que son  mejores en mi imaginación, aunque yo los imagine esbozados apenas. He navegado  en alta mar por aguas que ni siquiera existen, he montado a caballo mil veces y  siempre he sido el caballero que se bate en duelo y nunca la doncella que le  espera muerta de miedo y amor pero sin defenderle. También he sido una loba  sensata, he asistido a no sé cuántas ejecuciones y he vengado una estancia en  prisión. Me esperan otras novelas de espadachines, un viaje por el arte  africano, un campo de concentración y una nueva carrera por las orillas del río  Mississippi.  
Leo contra el tiempo y siempre sé que el tiempo nunca será suficiente.
a
08:25
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Memorias:
Literatura,
Yo
Y no sé si he sido buena o no he sido buena. Pero han llegado cargaditos...
a
22:32
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Memorias:
Navidad,
Yo
Nunca pensé que resultaría tan difícil escribir una carta con un plazo definido. Es día 3 por la noche, acaba de llover, tengo tabaco en los pulmones y sé bien qué necesito. Lo que desconozco es si ustedes -la única razón por la que me gusta la monarquía- podrán hacer algo con eso.
Sigo pidiendo una manta para los días de frío, porque a medida que crezco, las que tenía no me llegan. Los nuevos afectos, ya saben, lo reducen todo a un café y ningún plan. También quiero que se me acabe el medio tarro de esperanza que les pedí hace siete años: ya no me hace falta, pero no mengua. Y que ninguna persona vuelva a convertirse en un fantasma inútil y que sepa ver quién y cuándo comienza a jugar con lo que soy y lo que siento; que sepa verlo antes de haberme abierto lo más mínimo: no quiero malgastar decepciones ni lágrimas ni me apetece agotarme dando vueltas en laberintos.
Pero, sobre todo, lo que quiero es tiempo y condiciones. No me salen las cuentas: o me voy a vivir sola -que lo necesito-; o me compro un coche -que estaría bien haberme gastado 3.000 euros para nada-; o viajo -que me apetece-. Las tres cosas juntas no. No les voy a pedir una lotería (aunque ahí va la idea): sólo tiempo y condiciones y allá se las averigüen. Porque, además, y eso sí lo saben, tengo varios -y caros- vicios.
Qué más... Prudencia. Un poco de prudencia. Un poco de eso que se llama "morderse la lengua". Un poco menos de irritabilidad ciertos días (esos días). Un poco de voluntad.
Todo eso. Porque lo de la paz en el mundo y el fin del hambre y las guerras y... no les corresponde a ustedes. Eso es en otra ventanilla, ¿verdad?
El cuadro es de Durero.
a
16:00
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Memorias:
Navidad,
Yo