domingo, 28 de octubre de 2007

Déjame entrar

Todos tenemos puertas cerradas.
Yo pido que me dejen entrar.
A veces entro sin permiso.




Quien entra en mí suele hacerlo de golpe. Suelo ser generosa en las palabras, salvo que tenga un mal día, porque se me da mal mentir y porque, aunque la gente, en general, me dé miedo, en particular suelen gustarme. Y me gustan personas de muy distinto tipo. Atraigo, además, a quien no habla, a quien no cuenta, a quien no se muestra. Me ha pasado siempre, no sé qué lo provoca y supongo que, si lo supiera, tampoco podría utilizarlo. Algunos de mis mejores amigos pueden dar fe: no son de muchas palabras, o de casi ninguna. Se me da mal, muy mal, hacer preguntas, salvo con Adúlter, al que escribo con signos de interrogación. Sólo soy cómica si me encuentro muy a gusto. Escribiendo no. No me sale. No sé si es estilo, que dudo mucho que lo tenga, o incapacidad (por eso admiro a Suntzu). Hablo mucho, o poco, depende del interlocutor. No digo demasiado. Así que no entiendo esa atracción.



Tampoco entiendo por qué me atraen a mí las puertas cerradas. Las personas que nunca te darán un abrazo; las que jamás te dirán te quiero; las que se cuidarán de demostrarte que les importas, si es que les importas algo -porque eso a veces no se nota: eso a veces hay que decirlo-; la gente a la que no verás, aunque llevéis hablando seis años, porque cumplen reglas absurdas, porque lanzan excusas que no se cree nadie, porque te atraparon con el primer mensaje y tú eres rápida y de efecto retardado y de las que te perderás el tono de la voz y la risa y un cine porque al final tú sólo eres lila sobre blanco y nada más (ni una sola cosa más). Por qué me atraen quienes son sólo privados, quienes lo transforman todo en privado y en silencio, quienes nunca te dejarán traspasar nada aunque tú te desnudes todas las veces, aunque no plantees siquiera el intercambio, pero lo esperes, ya sabes, por aquello de la reciprocidad. No es por el más difícil todavía: no suele atraerme lo difícil por sí mismo. Tampoco son ganas de sufrir, porque sufrir me gusta lo justo. Quizá no sea más que una broma: que sean capaces de contarte su vida todos, excepto justo aquellos de quienes quieres saberla más que nada. O que toda regla tiene una excepción que la confirma.


O que soy gilipollas, pero eso ya lo sabía.

El post viene de aquí.

16 comentarios:

ybris dijo...

Me ha parecido muy bueno todo lo que dices. Realmente te ha inspirado el comentario.
Es sugestivo el sentimiento de abrir las puertas cerradas.
Y también de que nos las abran.

Besos

princesadehojalata dijo...

Tal vez sea porque piensas que, a veces, esas puertas se abren y merece tanto la pena lo que hay al otro lado...

Unknown dijo...

Es el misterio, Sarm. Ese halo de que tienen algunas personas, que algunas personas dicen que yo tengo (en fin...). Resulta muy atractivo. Lo prohibido y lo escondido atraen, no lo dudes.

Ps. Estoy más perdío que'l barco l'arroz que se dice por mi tierra, jo, pero es no tengo un minuto libre... así que espero que sepas disculpar mis ausencias.

Adúlter dijo...

Este texto está cargado de preguntas, aunque no haya un solo signo de interrogación, Excusitas. ;)

Isabel Sira dijo...

No estoy de acuerdo con que se te dé mal preguntar, o que no lo hagas...
Sobre el resto, nos atraen personas que se nos resisten, pero debemos marcarnos nuestros límites para no salir dañadas. Esperar lo que probablmente no llegue nunca acaba minándonos demasiado y cualquier relación necesita algo de reciprocidad. Al menos eso creo...

Anónimo dijo...

Hay mucho de socialización en lo que dices, el amor romántico, lo escondido, el tipo ese tan misterioso o rebelde que: "ains, quién pudiera domarlo". Fíjate en cualquier grupo de adolescentes y verás que, el que tiene éxito con el sexo opuesto, (o quien tiene éxito en cuestiones de sexo, simplemente) es, o bien el mashote guapetón de físico y carácter fuerte, o bien el otro, introvertido, que apenas habla y hace de ese "halo" su reclamo, (también conocidos como "místicos", aunque de ese tipo de filosofía tengan poco).
Ya con la madurez, el que sigue siendo así es, o bien porque no tiene otro modo de llamar la atención, o bien porque realmente es introvertido (lo que no es ningún problema), o simplemente que no le importas y por eso pone límites bien definidos en su relación contigo, lo que es respetable y significa que no merece tampoco atención por tu parte. Él se lo pierde.

Por último están los que, como yo, somos callados porque tenemos presente eso de: "Es mejor callar y parecer estúpido, que abrir la boca y confirmarlo".

Anónimo dijo...

Sabes reconocer tus miedos, logras pararte sobre ellos y no dudas en exponerte cuando crees que vale la pena. No es poco, créelo. Al menos estás del lado correcto de la puerta. El resto ya no depende de ti.

Suntzu dijo...

Precioso e interesante texto, Unaexcusa. Yo no soy de abrir puertas, aunque me encanta que me las abran de buen grado. Bien sabes tú que yo soy de puerta cerrada y tranca. En realidad, el humor es una forma que he adoptado para ver el mundo y evitar tener que profundizar en otras cosas.
Bueno, también porque me gusta y la verdad es que ya me sale solo. Pero es autodefensa, básicamente. El problema es que no sé si me gusta estar a la defensiva constantemente. Cansa mucho.
Un beso.

Hatt dijo...

Ya lo decían unos paisanos tuyos:

"Abre, la puerta, que soy el diablo que vengo...".

Aunque también es cierto que hay puertas que es mejor no abrir nunca, y menos aún asomarse, porque puede ser que veas algo que no quieres ver...

Regina dijo...

Tarde pero te escribo en esta entrada... lo tenía pendiente pero como me requiere algo de concentración, lo había dejado.

Respecto a la primera parte del texto, la que habla de la atracción, te diré que las personas que no somos de contar las cosas o somos muy cerradas, lo somos porque desconfiamos de la mayoría de la gente o, simplemente, en la persona a la que hablamos buscamos o encontramos algo que no vemos en los demás. Puede que sea sinceridad o quizá sea que algún tipo de corazonada nos dice que esa persona se preocupa verdaderamente o que no funciona como psicólogo de un día. La forma de ser de determinadas personas es lo que impulsa a otras, las más cerradas, a confiar en ellas y abrirse un poco o un mucho.

Segunda parte:te atraen porque son un reto. Tú sabes que ese tipo de personas confían en ti y para ti es gratificante ver que les sirves de apoyo o de confesionario. Te sientes bien cuando ayudas o escuchas y por eso sientes algo especial por gente de la que sabes qeu podrás sacar algo oculto o que podrás darles la tranquilidad de que por fin se lo han contado a nadie.

Y no me gusta ese tono de que tú sólo serás lila sobre blanco o que habrá gente a la que nunca verás. Y otra a la que sí. Ya sabes que yo nunca te diré que te quiero pero tenemos un café/cocacola pendiente.

No, gilipollas no. Eres tú y eso no se puede remediar.

Diseñoweb_Jenny dijo...

mmmm yo soy de las que habla poco, de las que expresa más con una mirada que con una palabra... de las que "analizan" como me suelen decir con mi silencio... pero eso no nos hace malos o ariscos sino diferentes a la espera de personas como tú que nos den una oportunidad para abrirnos y poder entablar una amistad o lo que surja que perdure... tienes mucha razón en lo que dices... por cierto, cuando una puerta se cierra... siempre te queda una ventana...

UnaExcusa dijo...

Ybris, sí que me inspiró el Sagutxo, sí. Depende de a quién se las abras, estaré de acuerdo con tu comentario o no. A veces te das cuenta demasiado tarde de que las abriste a quien no debías.

Princesa, a veces sí merece la pena. Pero últimamente yo sólo me llevo disgustos.

FLaC, sí. Será el misterio. Pero es tan absurdo que nos guste el misterio posado de alguna gente... Y no te preocupes por las ausencias: disfruta de tu vida, que para eso la tienes.

Adúlter, ¿qué preguntas?

Arwen, se me da fatal, de verdad.Y sí; soy experta en relaciones no recíprocas, de esas en que uno se desnuda y el otro no se quita ni la gabardina.

Antonio, supongo que al final es eso: no le importas. Otra cosa es el tiempo que tardes en asumir que tú no le importas, que es también el tiempo que tardas en creerte de veras que no le importas.

Al resto, más tarde que ahora no tengo tiempo.

UnaExcusa dijo...

Pere, llevo más de veinte años analizando mis miedos: lo que no sé es si logro pararme sobre ellos o, más bien, son ellos los que se paran sobre mí. Y no sé si me expongo porque me sale solo, porque creo que merece la pena o porque soy gilipollas (que ya lo he dicho). En algunos casos, en la mayoría de los casos, me inclino más por lo segundo.

Suntuz, pasé casi veinte años a la defensiva, muda como una puerta y comencé a abrirla, no sé cómo, cuando llegué a la Facultad. Supongo que sí sé cómo: gente que no te conocía de antes, gente que tenía que abrirse porque no había otra gente de referencia, gente a la que le gustaban las mismas cosas que a ti. Me va mejor con la puerta abierta. Lo sé y me lo repito. Me va mejor con la puerta abierta. Es lo único que me hace saber que hay personas -son dos o tres nada más, pero existen, que ya es mucho- que me conocen entera y a las que les gusta lo que ven. No sé por qué les gusta, pero eso ya he dejado de preguntármelo. Y sí: cerrar la puerta siempre es cansado. El miedo es cansado.

Hatt, o que también hay puertas que no se abren nunca y llega el día en que te cansas de aporrearlas...

Sagutxo, sí. La desconfianza hace esas cosas. ¿Qué la produce? ¿Cuántas decepciones son necesarias para ello? ¿Es necesaria alguna? ¿Se nace así? ¿Te lo inculcan? No sé por qué se abren conmigo determinadas personas (los raros del pueblo en el que viví, algún tipo hablador que no decía nada y que me saca diez años en la Facultad, un copistero del que todo el mundo tiene una imagen que no es), porque no creo proyectar nada especial. Y tampoco sé por qué me atrae la gente cerrada. Es cansado. Es agotador intentar arañar. Luego te cansas, tiras de la cuerda, la rompes y vuelta la burra al trigo. Mentalmente es monstruoso: acabas sintiéndote un cero a la izquierda. A lo mejor tengo algo que ver con Masoch y no me he dado cuenta nunca... Eso sí, tenemos un café pendiente.

Anónimo dijo...

Los miedos siempre están allí, pero si no dejas que te paralicen, si aún sintiéndolos logras actuar, ya estás parada sobre ellos. Dices que tienes miedo de la gente pero sigues golpeando puertas, que te asusta escribir pero aquí estás... Siempre he admirado eso. (Creo que esto se aplicaría también a los examenes de conducción... vale no digo más)
Es verdad que cuando te arriesgas y las cosas van mal te sientes un gilipollas, pero las cosas no siempre van mal. Se suele decir que en estos casos un acierto compensa todas las decepciones, yo no estoy tan seguro, pero sí puedo decirte que cuando no te arriesgas, te sientes un gilipollas el ciento por ciento de las veces.

UnaExcusa dijo...

También me siento gilipollas por no arriesgarme. Por no saber hablar ni querer decir.

UnaExcusa dijo...

Yumi, que no te he dicho nada... También hay ventanas cerradas.