viernes, 13 de abril de 2007

Noviembre y la memoria

Noviembre siempre ha sido mi mes favorito, porque todo ha comenzado siempre en otoño y porque el otoño es siempre el inicio del año, aunque las etapas tengan nombre de ciudades. Noviembre comenzó, sin melancolía alguna, pero con una memoria nueva y recuperada, una memoria que hacía mucho que no se manifestaba tan bien, tan contundentemente, tan determinante y tan preciosa. Porque ha pasado mucho tiempo de todo, tanto tiempo que ni me acordaba y, sin embargo, ayer volvió todo al principio, el primer día del mes más hermoso del año, por los significados, el aire amarillo, las hojas ocres, la calidez del alma cuando fuera hace frío pero no importa. Ayer tuve un cuerpo, tres cabezas, tres memorias, tres pares de ojos, dos pares de ojos que me miraban y me reconocían y uno, el mío, que se perdía en bailes, en miradas verdes y marrones, cuatro manos que me tocaban y una sensualidad voluptuosa que sólo recupero con dos personas, que hacía mucho tiempo que no recuperaba con dos personas y por eso volvió la memoria y me sentó muy bien que volviera porque hacía más de un año la había perdido y ni siquiera supe darme cuenta. No fue el alcohol, pero también actuó, porque jamás he bebido tanto, pero no tengo resaca, pero estoy muy bien, aunque mi estómago se queje a ratos, muy suave, y la boca me sepa a un tabaco que no paro de fumar a pesar de todo... Y aunque la cabeza rebobine, y me asuste, porque me acuerdo de cada instante y no perdí el control, pero me dejé llevar y me dejé llevar mucho y me sentó muy bien tener tres cuerpos y seis brazos y seis piernas y tres bocas que cantaban y un par de hombres pendientes de mí, riéndose conmigo, jugando conmigo y a mi favor. Me sentó muy bien, tan bien que ni me lo creo, aunque volveré a recordarlo muchas veces.


Me sentó tan bien que podría haber seguido así horas, quizá días, yo borracha, Javi borracho, Keko borracho, mucho vino, muchas copas, mucho abrazo, mucho alcohol, canciones en las que nos fijábamos, letras que dolían pero que tampoco importaban, un mundo de tres que era abarcable y que se desvaneció de madrugada, presente que ya sólo es pasado y que duró un instante. Pero tuve tres cuerpos y hacía tiempo que no estaba tan cómoda en el mío. Keko, Javi y yo, los tres juntos, tenemos un rollo muy bueno, muy sexual pero muy cachondo, muchas bromas pero muy sensual y nunca llega la sangre al río, pero nos reímos mucho y hacía más de un año que no teníamos una noche así. Hacía mucho tiempo que no abrazaba a Keko, hacía mucho tiempo que no me reía tanto con Javi, hacía mucho tiempo que no bailábamos, hacía mucho tiempo que no me mimaban los dos, mano a mano; hacía mucho tiempo de tantas cosas que se me habían olvidado y ayer recuperé la memoria.
La memoria y la risa, porque nos reímos mucho, nos reímos tanto que me dolían las mandíbulas, y nos burlábamos y acabamos tambaleándonos y en algún momento yo tenía dos cubatas encima de la barra y en algún momento nos abrazábamos los tres y en muchos momentos yo le metía la mano en los bolsillos delanteros del pantalón, para buscar ese tabaco o ese mechero que Javi y yo, cuando salimos, siempre llevamos a medias y siempre me decía que siguiera, que ahí no, que más al fondo, y se mordía el labio inferior, y volvíamos a reírnos, un día te meteré mano, a que no, y no se movía, el hijo puta, mientras yo le abrazaba e iba bajando por su espalda, sin bajar del todo porque él no se mueve pero el alcohol no le desinhibe y yo siempre controlo porque me da mucho miedo descontrolar y porque prefiero no arrepentirme de lo que he hecho ni de lo que he dejado de hacer porque prefiero no arrepentirme porque soy así de cobarde.

Recuperé la memoria y se lo dije a los dos, que les echaba de menos a los dos juntos conmigo, a mí con los dos, a ellos conmigo, a los tres, esa corriente que fluye en todas las direcciones y que hace que nos sobren todos los demás. También se me había olvidado eso, cómo fuimos los tres juntos, a ratos, sin planearlo, cómo nos hemos buscado siempre, aunque estuvieran los otros, cómo hemos compartido ese juego, le haces más caso a Javi que a mí, y no era verdad pero a ratos sí era verdad porque yo estaba pendiente de que Javi no se sintiera incómodo ni desplazado cuando Keko y yo nos perseguíamos y él nos miraba y yo le buscaba también y él se dejaba encontrar y me llamaba. Hacía tiempo que no veía a Javi tan calmado, tan risueño, tan feliz y que no me alegraba por su felicidad, porque ha tenido muy pocos motivos últimamente para reírse. Hacía tiempo del asombro y de la ternura y de las miradas que muestran la intimidad mejor de lo que puedan hacerlo las palabras. Hacía mucho tiempo que nada era tan sólido ni tan frágil ni tan duro ni tan quebradizo. Hacía mucho tiempo que no nos comunicábamos sabiendo que sólo podemos entenderlo nosotros. Hacía mucho tiempo de las bromas privadas y de las caricias y de los desafíos. Hacía tanto tiempo de algunas cosas que por poco no se me olvidan, pero ayer recuperé la memoria.

31 de octubre de 2004

2 comentarios:

Jorge dijo...

Tropiezo con tus palabras por una carambola, como suele ocurrir con frecuencia en estos casos. Y como precisamente la memoria acaba de regalarme una jornada deliciosa, he disfrutado de tu texto doblemente.
Un gustazo descubrir tus letras.
Gracias.

Ilse dijo...

Yo es que cuando leo algo tan íntimo, me da tanto corte que no sé qué decir. Así que mejor enmudezco...