miércoles, 15 de febrero de 2006

Hay quien no sabe decir no.
Hay a quien no le dejan ni sus circunstancias ni su carácter ni su vida.
El ovillo los enreda; los demás deciden por ellos; se dejan arrastrar y ni siquiera puede decirse que no se estén dando cuenta. A los demás no nos queda ese consuelo. Porque saben lo que hacen: conocen de qué manera se meten en la boca del lobo y cuál sería la mejor manera de salir antes de que fuera demasiado tarde.
El único problema es que son incapaces.
Y ni siquiera sé por qué.
Pero duele. De todos modos, duele.

1 comentario:

Isabel Sira dijo...

No sé a quién te referías, pero como si lo digeras para mí...Creo que yo no me suelo dejar arrastrar y que, afortunadamente, hace años aprendí a decir no (quizás demasiado bien), pero, ¿por qué hay tanta gente que no lo hace y, encima, pretende implicarte en su mentira alrededor del no que debío decir y nunca dijo?